Un dramático video ha dado la vuelta al mundo presentando lo que parece ser el heroico gesto de un niño sirio que corre a socorrer a su hermanita, atrapada bajo un coche, del fuego de francotiradores. El pequeño, de unos diez años de edad, finge caer alcanzado por un disparo, pero cuando deja de ser objeto de la atención del tirador, se levanta de nuevo, coge de la mano a la pequeña y la saca de la zona. De fondo, se escuchan las voces horrorizadas de varios adultos que asisten a la escena.
El video se ha viralizado durante la última semana, y el heroico gesto del muchacho ha sido objeto de infinidad de comentarios, muchos de ellos atribuyendo la crueldad del francotirador al hecho de ser un seguidor del último “Satanás” señalado por la OTAN, al Assad, por lo que el Comité General de la Revolución Siria se ha servido de las imágenes para hacer propaganda de su causa.
Todo muy útil, muy emocionante, y absolutamente falso. Una vez más, como ha revelado la BBC, nos encontramos con una recreación cinematográfica lanzada como real para provocar la reacción del público: las imágenes fueron grabadas el pasado mayo en un set cinematográfico en Malta por un equipo noruego dirigido por Las Klevberg, quien pone las cartas sobre la mesa:
“Filmamos en Malta este año en un set que fue usado para otras películas famosas como Troya y Gladiador. Los chicos son actores profesionales de Malta. Las voces de fondo son de refugiados sirios que viven en Malta”.
El cortometraje, afirman sus creadores, pretendía abrir un debate acerca del sufrimiento infantil en los conflictos bélicos, por lo que lo subieron a Twitter sin explicar su procedencia. Allí alcanzó una difusión record: más de cinco millones de visitas en tan solo los cuatro primeros días.
El objetivo de sus creadores, desde luego, puede darse por cumplido con creces, pero la utilización del video como propaganda de guerra debería abrir otro debate también necesario: el de la manipulación de las emociones a través de imágenes fraudulentas y prefabricadas, algo que se ha vuelto tan común que ya ni nos escandaliza. ¿Solo somos capaces de reaccionar en presencia de imágenes?
La “realidad informativa” se ha vuelto tan absolutamente virtual que lo que está dejando de ser es “realidad”.
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