En un mundo en el que desde que nacemos se nos empieza a enseñar a competir. La competición la vemos como algo natural. La vemos desde pequeños en las películas, los deportes, nuestros padres, el colegio, posteriormente en el trabajo. Se nos anima a competir en todo lo que hacemos, al principio con burlas, juegos, o animándonos a ganar, Aprendemos que en esta vida para poder relacionarte correctamente con todo lo que te rodea es vital y necesaria la competición.
No competir es hacer lo que realmente uno quiere hacer, lo que te gusta, lo que te da placer, lo que te divierte, sin verte afectado por los resultados. Sin que tu mente se vea condicionada por los resultados.
En muchas ocasiones el miedo a perder, el no saber si vamos a ganar o no, genera estrés y afecta a nuestro rendimiento mental y físico. Si por el contrario disfrutamos de lo que hacemos y realmente no nos importa el resultado, nuestro rendimiento mejora. La competición genera estrés, no deja que el cuerpo se relaje y un cuerpo con tensión deja de ser efectivo. Cuando dejas de competir con los demás, empiezas a competir contra ti mismo. Cuando no compitas ni siquiera contra ti. Sera cuando por primera vez en tu vida entiendas este concepto.
A primera vista un mundo sin competición parece muy difícil o imposible, pero eso solo es porque es algo que no se ha experimentado. Cuando experimentas la paz y la armonía que aporta el no competir, te das cuenta de las ventajas que aporta esta disciplina. La gente cuando oye hablar de este tema piensa que esto no puede funcionar, piensan que no competir es quedarte sentado, no hacer nada. Que eso no va con ellos.
No competir es hacer lo que realmente uno quiere hacer, lo que te gusta, lo que te da placer, lo que te divierte, sin verte afectado por los resultados. Sin que tu mente se vea condicionada por los resultados.
En muchas ocasiones el miedo a perder, el no saber si vamos a ganar o no, genera estrés y afecta a nuestro rendimiento mental y físico. Si por el contrario disfrutamos de lo que hacemos y realmente no nos importa el resultado, nuestro rendimiento mejora. La competición genera estrés, no deja que el cuerpo se relaje y un cuerpo con tensión deja de ser efectivo. Cuando dejas de competir con los demás, empiezas a competir contra ti mismo. Cuando no compitas ni siquiera contra ti. Sera cuando por primera vez en tu vida entiendas este concepto.
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