lunes, 17 de octubre de 2011

HIEROGAMIA, UN RITUAL MISTERIOSO


RITO DEL MATRIMONIO SAGRADO O UNION DE LA SACERDOTISA CON EL DIOS O CON EL SACERDOTE


Según el historiador griego Heródoto, que escribió en el siglo V a.C., cada noche pernoctaba una sacerdotisa en la capilla: “En la última torre se levanta un gran templo; en él hay un gran lecho, primorosamente tapizado, y a su lado una mesa de oro. Sin embargo, en ese lugar no hay erigida estatua alguna y de noche nadie puede permanecer allí, con la única excepción de una mujer del lugar, a quien el dios elige entre todas.
Esos mismos sacerdotes sostienen -aunque para mí sus palabras no son dignas de crédito- que el dios en persona visita el templo y que descansa en la cama. Ahora bien, cuando el dios acude, entonces se encierra con él por las noches dentro del templo” (Historia, I, 181-182). Heródoto no añade más datos, pero la imaginación de investigadores e historiadores convirtió este dato aislado en un indicio de la celebración de la hierogamia, el rito del matrimonio sagrado en el que la sacerdotisa se unía con el dios, representado por el rey o un sacerdote. Pero ninguna fuente escrita en tablillas cuneiformes puede confirmarlo.
Vayamos de nuevo a las fuentes para recabar alguna información. Varios reyes mesopotámicos como Shulgi y su hijo Amarsín (que reinaron entre 2094 y 2038 a.C.) o el primer rey de la dinastía de Babilonia, Sumuabum (1894-1881 a.C.), se vanaglorian de haber fabricado tronos, camas y mesas para comer y beber, que dedicaron a los dioses en sus zigurats. De ahí podemos suponer que los templos en la cima tenían varias estancias: una sala del trono, una alcoba y un comedor. Según una oración sumeria dirigida a la diosa Inanna, el zigurat de Enlil -dios supremo del panteón sumerio- tenía una celda para almacenar bebidas alcohólicas que él mismo consumía y con las que agasajaba a sus invitados. Para servir las bebidas se necesitaban copas y vasos, pero también platos, fuentes y cubiertos para poner la mesa…Seguramente todos estos elementos se guardaban en un almacén que deberíamos añadir a las tres estancias ya citadas. La llamada Tablilla de Esagil (un texto cuneiforme en el que se basan todas las reconstrucciones modernas del zigurat de Babilonia) se refiere a seis estancias. Cuatro de ellas estaban dedicadas a los grandes dioses, una servía de dormitorio y otra, de sala del trono. Aparentemente, los templos en lo alto se asemejaban a los templos ubicados a ras de suelo, aunque en miniatura. Pero ¿tenían la misma finalidad o utilidad?

El templo y el zigurat




El acceso era una de las diferencias entre ambos recintos. Mientras que los sacerdotes y el pueblo podían entrar en los templos grandes, sólo los sacerdotes responsables de la purificación podían subir a las capillas situadas en la cima de los zigurats. Vestidos con una indumentaria de exquisito lino, muy fino, eran, junto con los reyes, los únicos a los que se les permitía la entrada.
Algunos nombres de los zigurats, como por ejemplo “casa, gran milagro del cielo” (un zigurat situado en la ciudad de Karkara), “casa donde se mezclan cielo y tierra” (el zigurat de Adad en Assur) o ” casa, resplandor del cielo” (el zigurat de Anu en Assur), nos conducen a otra suposición: la torre escalonada como adorno que distingue un recinto sagrado de otro, construida en homenaje a los dioses. En este sentido, el zigurat era la residencia de los dioses a la que subían ocasionalmente algunos sacerdotes o el rey, mientras que el templo a ras de suelo era el verdadero lugar de veneración y de la vida cultural.
Aunque podemos señalar algunas funciones del zigurat, nunca seremos capaces de reconstruir una imagen completa de estas portentosas construcciones. Tal vez ni los propios mesopotámicos, ya fueran de Sumer, Asiria o Babilonia, supieran exactamente que ocurrió ahí arriba: no por casualidad llamaron al menos a uno de los zigurats, el del dios supremo Enlil, “casa de los secretos”.
Fuente: Historia National Geographic

Más:


No hay comentarios:

Publicar un comentario