ADVERTENCIA: La visión que la población general e incluso los expertos tenían de la civilización maya del periodo clásico durante los años 20 y 30 es muy distinta que la que poseemos en la actualidad. Era la suya una visión idealizada y parcial, basada en datos incompletos y suposiciones equivocadas, que configuraban una visión idealizada de los mayas históricos clásicos y, al mismo tiempo, un cierto desprecio hacia sus descendientes post-clásicos y contemporáneos. Esta entrada intenta reflejar dicha visión fantástica, y añadir aún más fantasía mediante las referencias literarias, y no las teorías científicas actuales.


Un pueblo misterioso: los antiguos mayas
Los mayas son uno de los pueblos más misteriosos y fascinantes de la América precolombina, sus fenomenales monumentos (realizados además en un clima muy exigente y sin utilizar herramientas metálicas), sus conocimientos matemáticos y astronómicos, sus complejos calendarios, la aparente falta de estructuras defensivas en sus “centros ceremoniales” o su refinado sentido artístico han creado una imagen de una sociedad altamente civilizada, una teocracia unida, pacífica y urbana; gobernada por una élite sacerdotal, dedicada principalmente al estudio y observación de los cielos.

En definitiva una imagen muy diferentes de los “bárbaros”, y belicosos, mexicas.Para añadir más misterio los restos arqueológicos parecen indicar que en el momento de mayor apogeo de la cultura maya (en torno al siglo IX d.c.) alguna clase de desastre catastrófico llevó al abandono de las magníficas ciudades en el Petén, al sur de dicha área cultural, y a la disolución de lo que Sylvanus Morley (1883-1948), quizás el principal experto en arqueología maya de la época, llama el Imperio Antiguo.

Los centros más importantes se situarían entonces en el Yucatán, al norte, y el siguiente Imperio Nuevo nunca alcanzaría la sofisticación y refinamiento de sus antepasados. La llegada de un nuevo pueblo, los itzás, provenientes posiblemente de Tula al norte aunque fueron pronto asimilados a la cultura maya, introdujo importantes innovaciones, como el culto a la serpiente emplumada Kukulkan (el Quetzalcoatl de los aztecas), la práctica de la guerra institucionalizada para obtener víctimas sacrificiales para los dioses y en general una mayor importancia de los aspectos bélicos y sangrientos.
Estos itzás son también un pueblo rodeado de cierto misterio su nombre signifca “brujos del agua” (de its, brujo y háo a, agua) y hablando sobre sus orígenes dice el libro de Chilam Balam de Chumayel dice:
“¡Oculto es, oculto es- dicen gritando-. ¡Oculto es, oculto es! ¡Lo saben las almas de los muertos! Con trabajoso grito gritan las almas de los muertos, solitarias en el día que es el primero [...]Para que lo entiendas, Dicen que fui creado de noche. ¿Nosotros acaso nacimos? Se ha dicho que fuimos creados por Mizcit Ahau (otro nombre para Kukulkán)”.
Ya en el Yucatán establecieron su capital en la ciudad que sería conocida desde entonces como Chichén Itzá, “junto a la boca del pozo de los itzás”, con su famoso cenote sagrado dedicado al dios Chaac, que sería un centro de peregrinación tanto antes como después de la Conquista. Recordemos que, según el esclarecedor estudio firmado por R.L. Tierney sobre los Mitos de Cthulhu en las religiones Centroamericanas, Chaac puede identificarse con Cthulhu, o algunos de sus servidores, y Kukulcán con Yig, indicando que los itzás adoraban a la misma pareja de dioses que había derrocado al batracio Tsathogghua en la ciudad subterránea de K’n-yan, quizás indicando una conexión con dicho complejo.


La aparente excepcionalidad de los mayas de época clásica ha hecho a los investigadores buscar diferentes, y lejanos, orígenes para el pueblo maya, como los fenicios, las tribus perdidas de Israel o, en épocas más recientes, conexiones con culturas asiáticas como la hindú. Augustus Le Plongeon (1825-1908) fue más lejos informando que los mayas descendían (al igual que los egipcios) de la civilización de un continente perdido al que dio el nombre de Mu, a partir de la lectura erronea de un códice maya, que él situaba en el Atlántico e identificaba con la Atlántida platónica. Más tarde James Churchward (1851-1936) popularizó el nombre y concepto de Mu, en este caso situándola en el Pacífico, en varias obras publicadas en los años 20 y 30, concepto que fue ampliado por los escritores teosóficos; aunque la mayoría de afirmaciones de Le Plongeon, Churchward y los demás son innegablemente fantasías o errores (y así son considerados por los investigadores académicos) otros argumentos parecen corroborar la existencia de un continente perdido enel Pacífico, que ha dejado muy dispersos restos culturales (ver las entradas sobre la Isla de Pascua o La Isla de la Calavera).



El arqueólogo británico, aunque alumno de Abner Ravenwood en la universidad de Chicago, Harold Oxley (1877-¿?), por otro lado, ha postulado la existencia de una“cultura madre de las altas culturas sudamericanas” situada mucho más cerca, en la selva amazónica y cuya ciudad principal o capital ha dado en llamar Akator y ha identifico con el mítico El Dorado, aunque por ahora no se han podido encontrar pruebas de dicha civilización.

Von Juntz, en la polémica Nameles Cults, menciona el que llama Templo del Sapo(¿de nuevo Tsathoggua?) en algún lugar de la costa de Honduras (aunque la edición de Goblin Press lo situa erroneamente en Guatemala); según el autor alemán sería un templo más antiguo que las ruinas mayas y elevado por un misterioso pueblo “pre-indio” (sic.)

Todos los investigadores son consciente de que aún queda mucho por descubrir: la escritura maya es mayormente un misterio y por tanto era imposible leer las abundantes inscripciones que adornan los edificios, estelas y esculturas mayas, ni tampoco los escasos tres códices conocidos con escritura maya (llamados Códice de París, Códice de Dresde y Códice de Madrid); tampoco se sabe cuántas ruinas desconocidas permanecen aún ocultas por la selva y la mayoría de los sitios que se conocen (unos 116 en total) aún no han sido excavadas sistemáticamente. Por ello es un campo abierto a los investigadores ambiciosos y, debido también al innegable atractivo del arte maya, también para las grandes fundaciones culturales, especialmente las norteamericanas como el Museo Peabody de Harvard y laCarnegie Institution de Washington, que organizan gran número de proyectos arqueológicos en estos yacimientos.


Gracias, sin embargo, gracias a la obra de Relación de las cosas de Yucatán (1566) del dominico Diego de Landa, por otra parte responsable de la destrucción de gran número de códices, idolos y altares mayas, y al esforzado trabajo de los arqueólogos y epigrafistas si se han conseguido traducir los signos referidos al complejos sistema calendárico maya y la identificación de ciertos datos y esquemas astronómicos. Curiosamente esta obra (de la que una imaganen acompaña a este párrafo) había permanecido olvidada desde su redacción hasta principios del siglo XIX.

El Calendario Maya
El sistema calendárico es complejo, utilizando diversas cuentas de diferente duración. Para las fechas a corto plazo utilizaban una combinaban de dos fecha, siguiendo un año lunar de 260 días, año sagrado a tzolkin, y uno solar de 365, año civil o haab. El Haab contaba con 8 meses de 20 días numerados, y cinco días adicionales, elhaab, mientras que el sistema del tzolkin es algo más complicado. En el caso del calendario sagrado se contaban dos tipos de “semana” una de trece días indicada por un número y otra de veinte días indicada por nombres: así si al 1 Imix (el primer día del año) le sucedía el 2 Ik y ha este el 3 Akbal y así hasta el 13 Ben, que era seguido por el 1 Ix, 2 Cib… y no volvería a haber un 1 Imix hasta el principio del
año siguiente.

.

La combinación de estos dos calendarios daba lugar a ciclos cada 52 haabs (18980 días) o una Rueda Calendárica, cada vez que el principio de uno y otro coincidían. Los mayas no numeraban estos ciclos, de forma que las fechas expresadas únicamente con esta combinación se repetían en cada vuelta de la rueda. Se afirma además que creían que, cuando se repetían las mismas fechas, los acontecimientos tendían también a repetirse. Hablando de los Itzá Morley llega a decir que estaban sometidos a una verdadera “coerción cronológica” para ajustarse a sus expectativas sobre lo que les deparaba un año determinado.

Nombres de los kines (días) del tzolkin (en maya yucateco): Imix, Ik, Akbal, Kan, Chicchan, Cimi, Manik, Lamat, Muluc, Oc, Chuen, Eb, Ben, Ix, Men, Cib, Caban, Etznab, Caunac, Ahau.
Nombres de los uinales (meses) del haab (en maya yucateco): Pop, Uo, Sip, Sotz, Sek, Xul, Yaxkin, Mol, Chen, Yax, Sak, Keh, Mak, Kankin, Muwan, Pax, Kayab, Kumku. Además Uayeb se refiere a los cinco días adicionales, considerados nefastos.

Para fechas más a largo plazo utilizaban por tanto otro sistema, llamado la Cuenta Larga, de base fundamentalmente vigesimal. Empezaba a contar los días (kines) utilizando unidades cada vez más amplias. 20 kines hacían un uinal (20 días), 18 uinales hacían una “piedra” o tun (360 días), 20 tunes hacían un katún (7 200 días) y 20 katunes un baktún (144 000 días). Las fechas de la cuenta larga normalmente se expresan con cinco cifras separadas por puntos, indicando los baktunes, katunes, tunes y kines transcurridos desde un día 0 fijo. Éste, según nuestros cálculos, se corresponde con el 11 de agosto del 3114 b.c., que se expresaría como 13.0.0.0.0, fecha en la que según sus creencias el “cuarto mundo” había sido destruído, seguido del día 1, escrito como 0.0.0.0.1. cuando el “quinto mundo” actual habría empezado.


Una teoría muy generalizada es que el calendario maya terminará cuando se alcance de nuevo el 13.0.0.0.0 (el equivalente al 21 de Diciembre de 2012) y algunos han dado significado apocalíptico a dicho final. Pero Eric S. Thompson (1898-1975), otro importante mayanista que fue discípulo de Morley, cree que en un plano ideal los baktunes debían agruparse en grupos de 20 (y por tanto se retrasaría el fin del mundo hasta el 4772) pero que además hay constancia de que los mayas llegaron a definir unidades todavía mayores (aunque en este caso los nombres son hipotéticos): 20 baktunes serían un pictun (2 880 000 días), 20 pictunes un kalabtún (57 600 000 días), 20 kalabtunes un kinchiltún (1 152 000 000 días) y 20 kinchiltunes un Alautún (23 040 000 000 días o lo que es lo mismo ¡más de 63 millones de años!) Adicionalmente también parecen haberse encontrado inscripciones que hacen referencias, suponemos que proféticas, a fechas posteriores a ese temido 13.0.0.0.0.

Así en definitiva la fecha completa del día “cero” se transcribiría como 13.0.0.0.0 (día según la cuenta larga), 4 Ahau (según el tzolkin) 8 Cumku (según el haab) y desde ahí comenzarían a contarse todas las fechas. Por ejemplo Colón habría llegado a América en 11.13.12.4.3. 2 Akbal, 4 Sotz. (he aquí una calculadora para pasar fechas del calendario gregoriano a otros sistemas, entre ellos el maya)


Otros sistemas de cuenta, como la cuenta de las Lunaciones, el ciclo de Venus o la cuenta corta (usada en el Yucatán Post-clásico) eran también utilizados, lo que nos hace pensar que los mayas estaban realmente obsesionados con el tiempo y su transcurso. Con instrumentos astronómicos realmente primitivos (carecían por ejemplo de instrumentos ópticos y relojes) llegaron a hacer indagaciones astronómicas realmente precisas y algunos de sus edificios parecen haber sido específicamente diseñados como observatorios. ¿Qué buscaban en las estrellas con tanto ahincó? ¿quizás las señales de su propia decadencia? ¿o algo aún más terrible?

Los mayas contemporáneos
Cuando cayó el último estado maya independiente, precisamente el de los itzá entonces con capital en Tayasal, en el 1697 quedaban muy lejos ya las antiguas glorias. Los mayas actuales siguen habitando mayormente en la misma área que sus antepasados, un territorio diverso, dividido actualmente entre El Salvador, Guatemala, Honduras, la Honduras Británica (futuro Belice) y México, aunque también se han extendido a regiones nunca pobladas por los mayas históricos. Están divididos en una multitud de etnias y la mayoría conservan distintos lenguajes, más de treinta, de la gran familia lingüística maya entre los que podemos nombrar el yucateco, el quiché, el chol, el tzeltal, el q’anjob’al, el mam, el achi o el quekchí; además la mayoría hablan como segunda lengua castellano o, en la Honduras Británica, inglés y/o criollo.


Existe una gran diversidad de situaciones, con pueblos más o menos asimilados a la cultura hispanoamericana dominante. Se supone que los más independientes y tradicionalistas son los lacandones del estado de Chiapas (México) En toda la región además de apellidos “cristianos” sobreviven muchos apellidos de origen maya como Ak, Can, Chan, Be, Cantun, Canche, Chi, Chuc, Coyoc, Dzib, Dzul, Ehuan, Hoil, Hau, May, Tamay, Ucan, Pool, Zapo (ver una lista más completaaquí) La ropa tradicional maya sigue siendo utilizada por gran parte de la población, especialmente por las mujeres cuyos coloridos huipiles (vestidos típicos) permiten identificar fácilmente la región de la que proceden.

Aunque forman la mayoría de la población en muchas de estas regiones las instituciones políticas y económicas son controladas por los “ladinos”, designación que se refiere primariamente a los mestizos pero también incluye a cualquier europeo y aquellas personas étnicamente mayas pero completamente asimiladas. Existen otros pueblos indígenas minoritarios no mayas, entre los que debemos mencionar por su excepcionalidad a los garífunas, un pueblo producto de la fusión entre elementos caribes, arawak y esclavos fugados procedentes de África occidental, llamados también Caribes Negros, que residen en zonas de Honduras, Honduras británica, Nicaragua y Guatemala tras ser deportados desde la isla de San Vicente (en las Antillas) por los británicos a finales del siglo XVIII. Como elemento curioso también debemos mencionar la presencia de comunidades menonitas en la Honduras Británica, un grupo anabaptista tradicionalista similar a los más conocidos Amish.

La mayor parte de estos mayas modernos siguen viviendo en pequeños pueblos, practicando una agricultura de subsistencia basada en el sistema de la milpa (que se basa en la quema de una parcela en la selva en la que se planta fundamentalmente maíz, alubias, chiles y calabazas) o , la mayoría, trabajando para los grandes terratenientes en gigantescas plantaciones tropicales, en condiciones durísimas. Estas plantaciones explotan diversos productos tropicales, en Yucatán especialmente de henequén o sisal, planta que produce una fibra muy apreciada en todo el mundo y que ha dado lugar a un espectacular enriquecimiento de estos terratenientes (de forma que Mérida, capital del Yucatán es conocida como “la ciudad de los millonarios”). Además en los últimos años muchos habitantes de la región han comenzado a trabajar como “chicleros” (recolectores de la savia del árbol Manilkara zapota exportada mayoritariamente a EEUU para hacer goma de mascar), estos chicleros, por su búsqueda de nuevas zonas de recolección y sus viajes por la selva, a menudo han servido para descubrir nuevos yacimientos arqueológicos.


Religión
Algunas fuentes afirman que los mayas actuales muestran un temor supersticioso ante las antiguas ciudades, por ejemplo hablando de Tikal el austriaco Teobert Maler (que exploró dicho yacimiento en 1904) escribió “los mayas creen que a medianoche (especialmente durante los grandes festivales) sus antepasados regresan a la tierra y, adornados como en tiempos de su gloria, se pasean por los olvidados templos y palacios, y sus voces espirituales resuenan en el aire. Por eso se cree que todas las ruinas importantes de esta región están encantadas, y las personas tímidas no gustan dormir solas en sus habitaciones”. Pero otras aseguran que algunos de los templos son aún utilizados esporádicamente para rituales (Morley incluso cuenta que más de un brujo había establecido su residencia en las ruinas) y, según algunos más sensacionalistas, incluso para sacrificios humanos.


Aunque en su inmensa mayoría son formalmente católicos su práctica religiosa es una mezcla sincrética del catolicismo romano y la antigua religión pagana. Los dioses antiguos son reemplazados por estatuas de santos o, más raramente, otros personajes bíblicos. Por ejemplo S.K. Lothrop, en Further Notes on Indian Ceremonies in Guatemala (1929), cuanta la anécdota de que un obispo católico en 1915 se escandalizó al descubrir que los residentes de Santiago Attilan adoraban y paseaban durante la Semana Santa una figura de Judas Iscariote (en realidad Maximón o San Simón, una figura ambivalente rasgos de la deidad maya del tabaco, Mam). 

 Se sabe que los mayas siguen dando gran importancia al antiguo año sagrado, a sus trecenas y veintenas, cuya cuenta es mantenida por hermandades semisecretas presentes en toda la región, muchas veces integrados en las cofradías católicas locales. El etnógrafo alemán Leonard Schultze-Jena (1872-1955), que realizó diversos estudios de campoen las regiones mayas, también se sigue usando con propósitos adivinatorios.


Historia reciente
La región ha vivido desde la Conquista diversas sublevaciones populares y una constante tensión social entre la élite social de origen mestizo y la masa de indígenas pobres, especialmente en el estado de Yucatán (México). Antes de la independencia gentes de origen maya como Manuel Tot (ejecutado en Alta Verapez, en la actual Guatemala, en 1815) participaron en movimientos contra el dominio español, pero en general su participación fue ninguneada por las élites criollas.Quizás la más importante de estas sublevaciones posteriores a la independencia, y sin duda la más extraña, fue la llamada Guerra de Castas (1840-1901).

 Este movimiento adquirió rasgos religiosos y milenaristas con la aparición en 1850 de las tres Cruces Parlantes, cruces de madera a través de la que los rebeldes (que pasaron a conocerse como cruzoob) creían recibir órdenes divinas (aunque al parecer eran emitidas por medio de la ventriloquía) Ocuparon varias ciudades expulsando o asesinando a los residentes blancos, mestizos y en muchos casos también indígenas “enemigos”, y llegaron a tener el éxito suficiente para formar un pequeño estado independiente en la parte oriental de la península, conocido como Chan Santa Cruz, que incluso llegó a ser reconocido por los británicos. Sin embargo tras este éxito inicial el movimiento perdió fuerza y en 1901 sus últimos reductos fueron conquistados por el ejército mexicano.

México consiguió su independencia en 1821, y los territorios de la capitanía de Guatemala (los actuales Guatemala, Honduras, El Salvador, Nicaragua y Costa Rica) formaron las Provincias Unidas de Centroamérica, estado que duró entre 1821 y 1841, cuando terminó desintegrándose entre el intento de anexión por parte de México y una guerra civil entre liberales y conservadores para dar lugar a los estados actuales. La Honduras Británica continúa siendo una colonia durante todo el periodo.

Durante la Revolución Mexicana de nuevo las exigencias de reforma agraria y reparto de tierras pasaron a primer plano, en 1923 el socialista Felipe Carillo Puerto llegó al poder del estado y se propuso comenzar el reparto, pero fue asesinado al año siguiente mientras las luchas entre los nativos y fuerzas contratadas por los terratenientes se recrudecían. En 1937 finalmente se produjo un reparto de tierras, por orden del presidente Cárdenas, pero para entonces el precio del sisal se había derrumbado y el reparto de tierras no significó la salida de la pobreza.


En Guatemala, por otra parte, bajo las dictaduras de Manuel Estrada Cabrera (1898-1920) y Jorge Ubico Castañeda (1920-1944) la compañía norteamericana United Fruit Company adquirió más y más poder, convirtiéndose en principal terrateniente de la zona, casi en un monopolio de la producción de frutas tropicales, mantenido en muchos casos gracias a la violencia y la intimidación, contando con la colaboración del estado o utilizando a verdaderos mercenarios para esta función. En todo caso allí cualquier posibilidad de reforma agraria o reparto de tierras era impensable.

La situación era muy similar en Honduras, donde la producción de bananas controlada por empresas norteamericanas se concentró en la parte norte del país, mientras ocupaban el gobierno breves gobiernos democráticos y dictatoriales, pero siempre muy vinculados a los intereses de las compañías extranjeras. Al gobierno constitucional de Miguel Paz Barahona (1925-1929) y Vicente Mejía Colindres (1929-1933), que tuvo que lidiar con intentos de asesinato y alzamientos militares, le sucedió el dictatorial de Tiburcio Carías Andrino (1933-1949).

En El Salvador hasta 1931 se sucedieron gobiernos liberales y se basó la economía principalmente en la producción de café, favoreciendo a las élites criollas, pero la Gran Depresión produjo una profunda crisis en este sector y dejó el terreno listo para el golpe de estado de Maximiliano Hernández Martinez (1931-1944). Al año siguiente de tomar el poder aplastó sangrientamente un levantamiento de campesinos indígenas (quizás alineados con el Partido Comunista Salvadoreño, quizás no) en el occidente de su país, que se saldó con unos 25 000 indígenas fallecidos.

“Hidalgo” y el Valle de los Desaparecidos
En las aventuras publicadas del aventurero internacional Doc Savage el misterioso Valle de los Desaparecidos, de donde obtiene el oro que financia sus investigaciones y viajes, se dice que se encuentra en la república de Hidalgo, en centroamerica, y que está poblado por descendientes de los mayas, en concreto de los mismos itzás de los que hablamos más arriba. Obviamente no existe ninguna república de Hidalgo y todo parece indicar que bajo este nombre Lester Dent oculta, quizás para dificultar la localización del lugar, Guatemala. Allí, en torno al lago Petén Itzá, en el departamento de Petén, residen los descendientes de “los antiguos constructores de Chicén Itzá” y es en esta región donde deberíamos localizar el misterioso valle y sus minas de oro.

Por cierto, no puedo dejar de llamar la atención sobre que el villano de El Hombre de Bronce decida utilizar el nombre de Kukulkán y que el nombre del “rey” de estos mayas modernos sea Chaac, volviendo a aparecer las dos deidades que ya mencionábamos en relación con los itzás del periodo postclásico.
Pese a afirmaciones en sentido contrario, sin embargo, los nativos del sur de Guatemala conocidos como Xinca, o Xinca, que recogieron y cuidaron durante años al aventurero Kent Allard no pertenecen al tronco general de los mayas y su lenguaje (aunque con abundantes palabras tomadas de las lenguas mayas) es completamente diferente.