sábado, 3 de noviembre de 2012

El 31 de octubre de 1512, el Papa Julio II dio un imponente banquete en homenaje al embajador de Parma y después se trasladó con los invitados (incluidos 17 cardenales) hasta la Sixtina, la más importante de las tres capillas pontificias del Vaticano y en la que Miguel Ángel había trabajado frenéticamente durante cuatro años.

La Capilla Sixtina cumple su 500 años

La capilla había sido consagrada el 15 de agosto de 1483 por Sixto IV, quien había embellecido las paredes con frescos de los mejores artistas de su tiempo como Botticelli, Perugino o Ghirlandaio.

Veinticinco años más tarde, su sobrino Julio II decidió decorar la bóveda y escogió un tema poco original: las imágenes de los doce apóstoles. Después de un tira y afloja, Miguel Ángel consiguió libertad creativa y emprendió un proyecto mucho más grandioso.


Quería mostrar toda la historia del mundo y del cosmos antes de Jesucristo, comenzando con la vigorosa creación del sol y las estrellas, del hombre, de la mujer... Quería plasmar los momentos más dramáticos: la expulsión del paraíso, el diluvio universal, rodeando todas esas escenas con una constelación de “precursores” del Verbo: los profetas judíos, las sibilas grecorromanas.

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