La Élite que podría difundir la energía libre y gratuíta que Tesla y otros nos regalaron, pero que prefiere lucrarse con el uso de combustibles fósiles caros, escasos y contaminantes.

La Élite que juega a representar los intereses de la mayoría, pero que ha secuestrado la voluntad popular para representar un simulacro de democracia que sirve de tapadera a sus corrupciones, sus prepotencias y su clientelismo.

La Élite que proclama los derechos humanos como valores supremos, pero que invade y saquea países bajo mentirosos pretextos.

La Élite que envenena el aire con “chemtrails”, el agua con flúor y las mentes con publicidad y televisión basura para atontarnos e impedir la evolución natural de un ser llamado a la bondad y al altruísmo.

La Élite depredadora que ha convertido el paro, la enfermedad, la pobreza y la muerte en una fuente de lucro, y que ha globalizado la explotación y la miseria, pero no los derechos, el bienestar y la cultura.


La Élite que ha prostituido el amor y encizañado la hermosa complementariedad entre el hombre y la mujer para sembrar la desconfianza, el recelo y la ponzoña e impedir la realización de quienes quiere esclavizar.

La Élite que se ha perpetuado en degeneradas familias reales que pretenden ser un espejo de nobleza y gallardía pero que, como escribió Shakespeare, ocultan el hedor de su podredumbre bajo la opacidad de la púrpura y el armiño.

La Élite que perpetúa en secreto ritos de sangre y horror para convocar a las fuerzas oscuras con que se han aliado para sus fines inconfesables desde los tiempos de Babilonia.

La Élite que en el siglo XIV se repartió el mundo entre familias, como la detestable mafia que son, y que sigue instalada en su cátedra de avaricia y perversión.

La Élite que nos trata como a ganado manipulando nuestro miedo, nuestra apatía y nuestra sumisión.

La Élite a la que se le empiezan a caer las máscaras y va quedando expuesta a los ojos de todos, incluso de los que no quieren mirar porque se han acostumbrado a su rincón tranquilo en la caverna platónica y temen a los cambios que solo pueden traerles dignidad, justicia y humanidad.

Si el mundo que ellos han construído a la medida de sus intereses toca a su fin no seré yo quien lamente su derrumbe. Las ruinas de su imperio caduco cimentarán ese otro mundo que ya sabemos que no solo es posible, … es irrenunciable.

El 21 de diciembre es un dia tan bueno como cualquier otro para recuperar nuestro poder sobre nuestras vidas. Para festejar estar vivo. Para sentir y expresar. Tan bueno, por lo menos, como hoy mismo. Pero si es ese el momento para el que hemos sincronizado relojes y calendarios, bienvenida sea la espera.
Lo que importa no es el mundo que acaba, sino el que empieza.