lunes, 22 de abril de 2013

Unicidad espiritual en la relacion onda-partículas.

En el Universo de la Verdad, todo es perfecto. Ésta es una premisa universal y científica, evidente en la conciencia, y que en éste mundo, nos obligan a tener que apoyar de instante en instante, en la fuerza interior que algunos llaman Fe.

Éste es el autodescubrimiento fundamental, que también ha sido denominado, el primer Día. Se trata de el atisbo participativo en el inicio del nacimiento de la Luz Universal, la misma que legendariamente creó Dios en el principio.
Las consecuencias implícitas en ésta tensión creadora real, en lo apariencial, sean las que sean, carecen de importancia. La realidad celeste, y la verdadera comprensión que la puede acompañar, viene en secreto, sin signos aparienciales.
El resumen de todos éstos lios, es que nos encontramos en un mundo de absurda mentira, cuya única justificación es el desenmascaramiento y perfeccionamiento humano, y planetario, desde la propia cualidad interior.
1 En el principio creó Dios los cielos y la tierra. 2 Y la tierra estaba desordenaday vacía,  y  las  tinieblas  estaban  sobre  la  faz  del  abismo,  y  el  espíritu  de  Dios  se movía,  observando, sobre  la  faz  de  las  aguas.
3 Y dijo Dios:  Sea  la  luz;  y  fué  la luz.   4 Y vió Dios que la luz era buena; y apartó Dios  a  la  luz  de  las  tinieblas. 5   Y llamó Dios a la luz Día, y a las tinieblas llamó Noche; y fué la tarde y la mañana, un día. El Día primero.
6 Y dijo Dios:  Sea  un  extendimiento  en   medio  de  las  aguas,  y  haya  apartamiento  entre   aguas  y    aguas. 7  E  hizo  Dios  un   extendimiento,  y  apartó  las  aguas  que   estaban    debajo   del  extendimiento,  de   las aguas que  estaban   sobre   el   extendimiento;   y   fué  así.   8   Y   llamó   Dios   al   extendimiento   Cielos;     y   fue   la   tarde   y   la mañana,    el día segundo.
Lázaro; conciencia fuera de la mátrix planetaria. Hay una voz permanente en la armonía universal, que nos impulsa en nuestra conciencia. Escuchémosla, en el sereno silencio del corazón.
46 Yo, la luz, he venido al mundo, para que todo el que cree en mí no permanezca en tinieblas.  47   Si  alguno  oye   mis  palabras  y  no  las guarda,  yo  no  lo  juzgo;  porque no vine a juzgar al mundo.
14   Vosotros   sois   la   luz   del   mundo;    una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder.

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