Oneironauticum es un proyecto dedicado a la colectividad onírica a través del cual un grupo de personas se reúnen periódicamente en la dimensión de los sueños para gozar de experiencias compartidas. Los últimos sábados de cada mes un grupo de personas alrededor del mundo saltan juntos al espacio onírico. En ejercicios colectivos pre-agendados, los oneironautas se ponen de acuerdo para compartir su sueño.
Oneironauticum es un proyecto que envuelve tres elementos fundamentales
de la existencia humana: el sueño, la disciplina y la colectividad y, tal vez
por ello, se perfila como una de las iniciativas más sensualmente etéreas que
podamos encontrar actualmente.
Utilizando un detonante común que han llamado
oneirogen (del griego oneiro=sueño y gen=creación) los
participantes alinean sincronizadamente los cordones umbilicales para conectarse
con la matriz de la tierra de los sueños. Estos detonantes son variados y pueden
ir desde el uso de sustancias estimulantes como la galantamina, hasta
ingredientes como el ajo o incluso prácticas de budismo tibetano orientadas al
sueño lúcido.
Más allá de que podamos adjudicarle un objetivo
épico al Oneironauticum, como por ejemplo novedosas funciones terapéuticas,
canalizar información de planos superiores o ejercitar algunas facultades
especiales como la precognición entre otras, lo cierto es que el alma de esta
iniciativa realmente consiste en la sincera exploración (tal vez el más
apropiado fin al que debiésemos aspirar los humanos) de la percepción, las
herramientas biocognitivas y la posibilidad de alcanzar realidades que se
encuentran al alcance de nuestra conciencia.
“Cualquier meta es valida. Pero mi interés no
es el averiguar por qué la gente participa sino qué es lo que ocurre cuando
simplemente practicamos juntos. Soñamos juntos para ver qué sucede, sin
expectaciones sobre eso que sucederá. Oneironauticum ofrece una exploración sin
límites sobre como es la experiencia en sí”, afirma Jennifer Dumpert, miembro
del colectivo de oneironautas.
Más allá de las múltiples y sofisticadas
interpretaciones en torno al acto de soñar, a sus causas y consecuencias en
planos biológicos, psicológicos, y espirituales, algunas de las cuales ofrecen
lúcidos fundamentos y otras simplemente se estacionan en divagaciones propias
del New Age, parece innegable que los sueños, y los escenarios psicoemocionales
que emergen en ellos, representan cúmulos de información cuya exploración
pudiera ser indispensable para evolucionar en nuestro entendimiento de la
conciencia humana y, por ende, del universo que habitamos. Y si tomamos en
cuenta la actual tendencia a la colectivización hiperconectada, fenómeno que
incluso sugiere que el próximo ser iluminado o gran referente espiritual podría
ser un colectivo y no un individuo, la idea de compartir en forma organizada y
consciente nuestros sueños podría considerarse como una prioridad para la nueva
mente social.
El sueño ha sido un elemento que a lo largo de
la historia humana se ha revelado como un aspecto fundamental de nuestra
esencia. Sin excepción, todas las culturas, las tradiciones místicas, y las
disciplinas psicosociales le han atribuido una gran importancia a la actividad
onírica. El soñar es, de alguna manera, una modalidad cognitiva, distinta a la
realidad que experimentamos cuando estamos despiertos, dentro de la cual
pasaremos una considerable porción de nuestras vidas.
La Dra. Marylin Schlitz, directora del genial
centro de alter-investigación Institute for Noetic
Sciences, ha realizado diversos experimentos que le han llevado a
concluir que el soñar es una actividad comunitaria pero que no nos hemos dado
cuenta de ello porque inconscientemente nos cerramos a la posibilidad de
compartirlos. “Las implicaciones son que todos estamos conectados y que nos
entrelazamos los unos a los otros a un nivel interno. La información recabada
sugiere que no somos seres aislados, sino que de hecho estamos relacionados en
un plano profundo. Soñamos juntos, co-creamos juntos, podríamos mover nuestra
conciencia de una conversación sobre el “yo” a una sobre el “nosotros”, sobre
nuestra experiencia conjunta”, asegura Schlitz. “Todos somos fragmentos de sueño
de algo más, y ello implica que si la gente dedicará mayor tiempo a compartir
sus sueños podríamos construir un mejor modelo para el futuro” concluye.
Oneironauticum podría considerarse como un
vehículo que está a nuestra disposición para explorar estos paisajes de
información universal, que compartimos todos los humanos a través de códigos
arquetípicos, pero que a la vez representa una versión etérea de nuestro
“jardín secreto”. Y en este sentido resulta interesante reflexionar sobre la
paradójica naturaleza del soñar, una actividad intrínsecamente universal, e
inconsciente pero ineludiblemente compartida y que a la vez es el pulso que
emite nuestra más prístina intimidad. Y para navegar este sensible “universo
alterno” la atención colectiva, prepactada, puede ser una herramienta de enorme
utilidad.
“Previo a cada Oneironauticum junto sábanas,
cobijas, almohadas y futones en mi camioneta y conduzco hasta el lugar de la
cita —la casa de uno de los participantes. En algunas ocasiones yo misma soy la
anfitriona. La gente llega entre las 10 y las 11 equipadas con sus pijamas y sus
diarios de sueños. Mientras nos acomodamos y esperamos a que todos lleguen
conversamos sobre alguno tópico oneiro-céntrico”, describe Dumpert. A
continuación los presentes proceden a arreglar sus lechos, que en este caso más
que una cama representan una especie de naves transdimensionales, se lavan los
dientes y se enfundan en sus pijamas (listos para surfear) y finalmente ingieren
el oneirogen elegido para la ocasión. Finalmente penetran colectivamente el
portal del sueño y procuran dormir durante una sesión larga, de al menos nueve
horas, ya que los ciclos de REM son más extensos entre más se acumulan a lo
largo del sueño (por eso los últimos episodios de sueños durante una noche son
más largos luego de 6 o 7 horas durmiendo). A la mañana siguiente van
despertando uno a uno, cuidando de que la transición entre el sueño y el
despertar sea pausada y suave ya que ello ayuda a retener las vivencias oníricas
y posteriormente comparten el desayuno mientras cada uno platica su
experiencia.
Afortunadamente no es necesario vivir en San
Francisco, ciudad en la que radica este organizado grupo de navegantes de los
sueños, para participar en los rituales mensuales de onirismo. Si te interesa
sintonizarte con el grupo desde cualquier otra ubicación en el planeta solo
debes de visitar el sitio urbandreamscape.com donde podrás enterarte de los
detalles de la siguiente sesión. Además, las sesiones de sueños compartidos que
llevan a cabo en el área de San Francisco, California, son mapeadas a través del
método psicogeográfico, el cual te permitirá correlacionar el espacio urbano con
esta serie de prácticas etéreas. Es importante que procures encontrar el
oneirogen escogido para la ocasión, generalmente son productos fáciles de
conseguir en muchos lugares: suplementos vitamínicos, ajo, hierbas medicinales o
algunos otros estimulantes naturales. Y en caso de que no lograras encontrar el
detonante del mes, puede ser que tu intención bien dirigida baste para la fiesta
de los sueños. Por cierto, las instrucciones para participar y toda la
información requerida se publican en el sitio.
Se ha registrado que alrededor de dos mil
personas visitan el sitio antes de la sesión del mes aunque los organizadores no
han podido comprobar cuántas de estas personas finalmente participan en las
sesiones. Lo que sí saben, por las decenas de correos electrónicos que reciben
mensualmente, es que existen oneironautas en Sudáfrica, Italia, Nueva Zelanda,
Japón, Brasil, así como muchos canadienses y en Australia incluso se ha formado
un grupo espejo que replica las prácticas de Oneironauticum.
A lo largo de este tiempo en funciones, los
miembros del colectivo han comprobado que la intención onírica, proyectada
multiplicadamente en un sueño grupal, contribuye a hacer más vividas las
experiencias y a que los participantes puedan recordar con mayor fidelidad sus
vivencias durante el sueño. De ahí que participar en este proyecto haya
enriquecido significativamente esa vida paralela a la que todos tenemos acceso y
la cual se encuentra compleja y excitantemente entrelazada con la realidad
cotidiana: los sueños.
Así que si te sientes atraído en general por la
psiconaútica, o en particular por la disciplina onírica, tal vez sea buen
momento de que te sincronices con los chicos de Oneironauticum y te prepares a
fortalecer tu “nave de los sueños”, compartiendo tu intención con un grupo de
experimentados oneironautas en busca de una interacción etérea que podría
refinar tu existencia de cara a alcanzar una lúdica libertad y, en especial, un
inédito estado de autoconocimiento y paz interior.
Twitter del autor: @paradoxeparadis / Lucio Montlune
TOMADO DE http://www.leycosmica.org
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