Los espíritus de la Goetia son porciones del cerebro humano.”Aleister Crowley / Introducción a Lemegeton Clavicula Salomonis

La idea de que una persona obsesionada con algo no es víctima de posesión demoníaca es, aunque cueste creerlo, reciente. Recién a principios del siglo pasado, con el desarrollo de la psicología se sentaron las bases de una explicación mas o menos científica, la Tierra se sostiene en neurosis sobre neurosis sobre neurosis sobre neurosis sobre neurosis. Ahora conocemos la verdadera naturaleza de un súcubo: bien.

Aproximadamente cien años después, en medio de la revolución que representa internet, todas las frutas caen del árbol y concepto tras concepto se evidencia en la obviedad y la sencillez de la virtualidad. Es un error plantear que nos “conectamos” a internet, la puerta se abrió del todo: vivimos ahí, acá, es lo mismo. Y nos lavamos los dientes con ideas, desayunamos ideas y cogemos con ideas.

Nuestros amigos son ideas, nuestros deseos son ideas. Y en innumerables ocasiones, esas ideas no son nuestras. En un marco de marketing terrorista y la hiperrealidad más inmaterial, el bombardeo de memes que recibe el individuo cotidianamente puede llegar a ser intolerable y suele desdibujar a la persona detrás de las redes descerebradas y campañas de SEO patológicas. La sociedad invade diaria pero amablemente nuestras mentes en una relación que tiene poco de simbiosis.

Cómo relacionarnos entonces con las ideas, sean nuestras en mayor o menos medida? Cómo relacionarnos con esas obsesiones con las que tenemos contactos cercanos del tercer tipo? Todos hablamos con nuestras computadoras: las tratamos con el más profundo cariño cuando son nuevas y brillantes y sus teclas se mueven con el viento, les faltamos el respeto cuando no se comportan de acuerdo a lo esperado. Es una respuesta instintiva, nuestra manera de relacionarnos íntimamente con un objeto aparentemente inanimado.

Ninguna de las personas que lo hace, si se les pregunta más tarde, mantendrán que la computadora tiene una conciencia que responde a los estímulos externos, dirán una y otra vez “no estoy loco” o “no soy estúpido”, y aún así lo hacen, lo hacemos. Con las laptops, teléfonos, autos: mientras más cotidiana y profunda sea la relación, más lo haremos. Hablar con un auto o una computadora cuando hay un problema ayuda evidentemente a lidiar con un problema insólito: un artefacto electrónico se ha convertido en una extensión nuestra, es parte nuestra y no está funcionando apropiadamente. Las fronteras se ahogan y somos nosotros los que no funcionamos.


Si conocen la historia reciente de la magia, sabrán que en reiteradas ocasiones Aleister Crowley (el profeta que pedía que no le crean ni una palabra) se refirió a los demonios y espíritus como parte del inconsciente del hombre. De hecho, Crowley era un gran fan de Freud, Jung y Adler (conoció a Adler, a quien habría ayudado a tratar a algunos pacientes) y en algunas situaciones llego a firmar cartas y papeles como “psicólogo”.  Claro que fue la magia del caos, a mediados de la década del 70, que explotó la “teoría psicoanalítica” de la magia. Ramsey Dukes, autor de SSOBTME y miembro de IOT, en Little Book of Deamons, exhorta al lector a dialogar con todos sus objetos y así relacionarse de una manera “mágica” con su entorno.
Que sepa que determinada obsesión esta relacionada a una neurosis, vaya uno a saber originada cuándo, o que tenga la absoluta certeza de que el motivo de la lentitud de un sistema operativo tiene más que ver con el hecho de que no apagó la laptop hace semanas, me quedé prácticamente sin espacio en el disco duro y tengo 20 programas abiertos. que con la posibilidad de que tenga inteligencia, discernimiento y voluntad. Pero nada de esto impide que elija relacionarme de determinada manera, conscientemente, otorgando inteligencia al objeto en cuestión y en un determinado contexto (bien remarcado).

En este nuevo mundo, esta América de la conciencia en la que estamos viviendo, todo es digital: el mundo es digital, el mundo es información, datos, abstracción, respiramos ideas. El nuevo mundo es inhumano (esto no es un juicio, presten atención a las palabras: simplemente no es humano) y qué mejor manera de relacionarnos con él, entonces, que humanizándolo, otorgándole vida y la capacidad de dialogar. Una serie de días malos en el trabajo, una cantidad inusitada de spam o de tweets sobre comida, el tiempo que tarda un programa en abrirse: un usuario de Reddit, un miedo inocente, una discusión en un foro, una meme, una nueva campaña de marketing, un contacto de gtalk, una idea que te pueden querer vender como sea.

Todas entidades digitales con las que podemos no saber cómo relacionarnos. Considerando cualquiera de estas entidades como demonios podemos entablar un diálogo (con nosotros mismos, si se quiere) que permita explorar posibles resultados y soluciones. Después de todo, “la comunicación solo es posible entre iguales”. La comunicación es la palabra clave del nuevo aeón, la moneda del futuro. Si nos comunicamos con una aplicación móvil que no funciona, con el miedo al fracaso (o a siquiera intentarlo), con cualquier habitante abstracto del inconsciente colectivo que es internet, estamos creando vías de diálogo inexploradas que nos pueden llevar a solucionar un problema, si es que tiene solución, y aceptarlo, dominarlo o disfrutarlo. Quizás, ojala, con un poco mas de conciencia.

Twitter del autor: @ferostabio