miércoles, 29 de junio de 2011

LOS NINOS DE HOY, SON MAS DIFICILES?

 Muchos padres y educadores se sienten desorientados ante la llegada de los Niños de Hoy. Pero ...son acaso niños tan difíciles de comprender?  Todos coincidiremos en que estos Niños proponen apertura, sinceridad y renovación, sin embargo esto debiera ser algo que desoriente?  Es tan extrano lo que proponen que ni sus padres encuentran las herramientas para guiarlos? Entonces ...Quién los ayudará?

Habitualmente ante estos ninos aparece el sentimiento de "no sé nada": no se sabe ser padre, no se sabe ser maestro, no se sabe ser guía certero. Se siente algo similar a cuando se está próximo a recibir en una carrera o formación y se piensa "¿qué haré ahora? de qué se trata ejercer esta profesión, no sé nada... no me acuerdo de nada". Pero,  sin embargo hay todo un caudal de conocimiento que está en el interior y espera ser puesto en práctica en el momento oportuno. Y hay también un potencial individual, que no es enseñado en la universidad, que es propio de cada uno, y que es el que hay que descubrir, el que hay que despertar.

Esto mismo sucede con la maternidad/paternidad, a veces se siente que no se sabe nada, que no se está capacitado para resolver las situaciones que presentan los niños de hoy.
Ante esto digo calma, sepamos que la dificultad se está viviendo en el plano intelectual y no en el espiritual- intuitivo. Un motivo por el que surge dicha desorientación es porque se está intelectualizando en demasía la educación. Podemos buscar en determinado momento una guía, un consejo o consejero, pero esto no podrá resolver todos los conflictos. Podemos también encontrar algunas pautas que ayuden, sin embargo parecería difícil encontrar parámetros fijos a seguir para siempre.

Se busca endurecer y enfriar algo que debiera ser tibio y flexible como es el criar/guiar a un niño. Se está buscando derivar el poder hacia afuera, y con esto en vez de generar mayor fortaleza y confianza, se produce un debilitamiento interior. La propia sabiduría no es ejercida y un gran potencial deja de ser utilizado. El adulto debilita su conciencia, su propia capacidad creativa y única.   El modelo social nos lleva hacia el repetir y obedecer a otro que “sabe más que yo”. ¿Acaso, por esta razón, no nos encontramos ante una sociedad débil espiritualmente, perdida de su rumbo esencial, buscando el sentido a tientas en la superficie?

Esto mismo va a ser lo primero que querramos hacer con los niños: repetir. Pero la evolución dice “rompe la repetición, encuentra tu verdadera aspiración, tu verdadero motivo del por qué haces lo que haces. Así crecerás. Recupera tu fortaleza decidiendo tu propio camino, discerniendo Despierto.”  Si este niño ha llegado a usted es porque en usted hay algo para ofrecerle, y es eso lo que hay que desarrollar.

Adultos anclados en si mismos
Estos niños necesitan adultos anclados, seguros, contenidos en sí mismos. Adultos que aunque no sepan con seguridad si lo que hacen es plenamente correcto, aun así tengan la valentía de probar nuevas posibilidades. Pero con qué se encuentra el niño de hoy? Con inseguridad, con adultos desencarnados, titubeantes. Hasta incluso percibe en ellos el miedo a la vida y las emociones irresueltas que guían sus pasos. Se encuentra muchas veces con adultos perdidos en sus propios caminos, con temor a buscarse, con temor a encontrarse.

Y los ninos sienten esto, y que haran?: Si los adultos, aquellos a quienes Yo debo preguntarles cómo, quién soy, adónde voy, qué es mejor para mí, no lo saben, están perdidos, me muestran dudas y temor hacia la vida, qué queda de mí?
El Niño de Hoy necesita Guías, pero Guías Espirituales. Y para lograr ser sus guías, el adulto debe primero reconocer en qué parte de su camino se encuentra, y qué hará para continuar ascendiendo en su propio nivel evolutivo.

Ante estos niños, nuestro Yo Espiritual debe estar anclado. Es muy saludable sentir que hay mucho que aprender, pero esto no debe interpretarse como la pérdida total de rumbo. Claro que debemos mantenernos abiertos y flexibles, sí, pero nuestro Espíritu tiene que arder en nuestro cuerpo, pleno de voluntad de vivir. Debemos estar decididos a vivir la vida plenamente, no a medias. Sentir, que a pesar de que aún nos falta mucho recorrido, en todo momento estamos acercándonos más a nosotros mismos.

Si usted está perdido en la calle ¿a quién le preguntará cómo llegar a su hogar? ¿Le preguntará a otra persona que nota que está igual de perdida que usted, mirando las direcciones, preguntado aquí y allá? No. Seguramente entrará a algún negocio que hace mucho está allí y le preguntará al señor que en él atiende. Esta persona está ahí hace mucho tiempo, está anclado en el lugar, por eso le genera seguridad. Siente que él sabrá guiarlo correctamente.

Lo mismo ocurre con los niños. Si el niño percibe a un adulto perdido, a un adulto que no está anclado a la vida, qué es frágil como una hoja de otoño, no sentirá que puede refugiarlo, contenerlo, guiarlo. Se trata de un movimiento energético, un encuentro o desencuentro energético que se da o no se da con el niño. El adulto sabe dónde vive, dónde trabaja, quiénes son sus amigos, pero muchas veces hay adentro un desconcierto, remolinos desordenados que no van hacia ningún lado. Hay emociones limitantes, hasta muchas veces ganas de dejar de existir. E incluso peligrosamente esta parte del adulto intenta guiar al niño.

Esto sucede también en las escuelas: ¿cuál es la meta de una escuela? ¿Para qué se enseña tanto contenido de memoria? ¿Para qué se toman evaluaciones con información y sistemas que nunca se utilizarán? Si alguna vez esto tuvo sentido, hoy ya no lo tiene, sin embargo se sigue repitiendo indefinidamente. El sistema educativo está perdido y quiere guiar al niño de hoy. ¿Adónde? ¿Para qué? No lo sabe. El niño vibra este sin sentido, vibra también en los maestros que no logran encender su espíritu ante ellos, vibra las voluntades dormidas, las metas hacia la nada. Y allí se produce el desencuentro.

Este niño necesita adultos verdaderamente contenedores y espacios que ofrezcan actividades con sentido. Mientras esto no aparezca el niño permanecerá indiferente, dormido en apariencia, difícil ante el análisis social. Este niño irá de aquí para allá insatisfecho, pidiendo Guías, contención, y rechazando a todo aquel que no la ofrezca. Aunque ante una superficial mirada no parezca, en realidad este niño es un Ser que lo que más desea es Entrar a la Tierra, Amar a la Tierra, Tomar el Mundo y Transformarlo.
Mientras la humanidad no encuentre su punto de enfoque, y que este tenga verdadero sentido y surja de la esencia viva, seguirá erróneamente intentando conquistar el espíritu del niño.

Pero este es un camino que no tiene huellas, pocos lo han transitado, y por eso surge el miedo a hacer lo incorrecto. Y ante esta inseguridad en general se tiende a querer sostenerse en lo “seguro” propuesto por el intelecto o el afuera. La seguridad no tiene que estar sostenida en lo que “sabemos”, sino en lo que emitimos como Seres Espirituales. Ser una persona segura ante el niño no significa saberlo todo rígidamente, transmitirles conceptos y juicios de bueno y malo, apagar nuestra espontaneidad e inocencia. No se trata de una seguridad egoica que es la que en general practicamos. Se trata de traer a nosotros aquello que más nos representa, que sabe que más humilde se es cuanto más se sabe. Aquel que puede decir “si” o “no”, aún sabiendo que es un aprendiz, que siempre puede encontrar una mejor forma de actuar.

Esta seguridad no es plenamente reconocida aún por los seres humanos, pero es la única seguridad que Respetan y Reconocen los Niños de Hoy. Ningún niño desafía sin razón a un Ser que está anclado en sí mismo, en lo más elevado de sí mismo.  Los niños de hoy no son “difíciles” pero el adulto deberá hacer un trabajo consigo mismo para sacarse de encima tantos patrones que lo limitan. Tanto que le hace olvidar lo esencial. Deberá aprender a soltar todo aquello que lo aleja de su propio conocimiento.

Si el adulto está espiritualmente arraigado en sí mismo, si vive en conexión, descubrirá que no hay niños difíciles. Difícil es cuando la cabeza humana, desea repetir sistemáticamente. Es difícil cuando la razón desea calcular cada paso en total seguridad. Y este tipo de seguridad es relativa en estos tiempos. Antes tal vez se podía encontrar seguridad en tener cosas materiales: casa, auto, dinero. Ahora viendo la inestabilidad del mundo, sabemos que ni en eso encontraremos refugio. Lo más seguro que tenemos es nuestra consciencia conectada con nuestro Origen.

Cambiar a la humanidad puede parecer una tarea inabarcable, desmesurada; sin embargo si todos nos reconocemos parte esencial de ella, nos daremos cuenta de que nuestra primera motivación deberá ser Despertar a la Vida. Encarnar vivamente en el mundo. Ser guías primero de nosotros mismos, para luego poder guiar al niño con Consciencia y responsabilidad Espiritual.

Dejar el sonambulismo y el adormecimiento interior para convertirse en Uno Mismo. Convertirse en el Ser que el niño eligió antes de venir. Todos reconocemos que en algún lugar de mucha consciencia y perfección hemos elegido a todos aquellos con los que nos hemos encontrado. El Ser del niño desde el mundo espiritual lo ha elegido. Percibió su potencial, el alma pura de aquellos que serían sus padres, docentes, guías y educadores. Y así Espíritu a Espíritu los Seres pactan encontrarse y recordarse lo que verdaderamente cada uno trae.

Olvidar parece que fue fácil, aunque espiritualmente fue un gran sacrificio. Recordar es lo que más trabajo nos llevará, sin embargo es la tarea más bella y que más nos compete a los Seres Humanos. Recordar ¿Quién fui Yo?, ¿Quién soy Yo? ¿Qué Sé? ¿Cómo me conecto con ello? Se empieza por la pregunta que produce eco en la Creación. Luego, retorna una posibilidad, una respuesta. Esa respuesta ¿será el Niño de Hoy? 

Recordemos que las manos saben sanar, que el corazón limpio puede guiar. Recordemos también que utilizamos tan sólo el 1,5% de la información que hay en nuestro ADN. Más del 90% de nuestro ADN se denomina “ADN basura”*. ¿Para qué sirve el 90%?  Recordemos que la mente es una herramienta, que bien utilizada es un fiel aliado del Espíritu. Pero el Espíritu es el que guía nuestra búsqueda porque es quien sabe mantenerse ante todo humilde e inocente.

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