Una historia afirma que tras el vuelo de Gagarin, Kennedy solicitó propuestas para un proyecto científico que recuperase el liderazgo de Estados Unidos. Se le ofrecieron tres, una gran estación espacial, pisar la Luna o una gran base submarina. No he podido confirmar si es cierta aunque todos sabemos cual fue la decisión final. Aún así los años sesenta estuvieron llenos de proyectos de bases submarinas.
Las primeras fueron los experimentos Conshelf dirigidos por Jacques Cousteau. Desarrollados entre 1962 y finales de la década, se construyeron tres habitáculos diseñados para diferentes profundidades. En su última versión Conshelf III, seis “acuanautas” se mantuvieron durantes tres semanas a 100 metros de profundidad. Los norteamericanos no se quedaron atrás. Su proyecto militar se denominó Sealab y también tuvo tres versiones que culminaron en el Sealab III con 9 ocupantes viviendo y trabajando a 150 metros de profundidad. También hubo un proyecto civil parcialmente financiado por la NASA. El programa Tektite incluyó estancias de hasta dos meses a unos 15 metros de profundidad. A finales de los sesenta, las colonias submarinas parecían estar a pocos años vista y la exploración del mar rivalizaba con la espacial.
Sin embargo, tras una década de crecimiento explosivo, el interés desapareció súbitamente. Apenas hay nada que contar de los últimos cuarenta años y solo queda una pequeña instalación científica, Aquarius, en uso. Esta situada a apenas 20 metros de profundidad y se destina a estudiar el arrecife coralino que la rodea. Es algo especialmente sorprendente teniendo en cuenta que la exploración científica y económica ha continuado mediante barcos y submarinos. Si tenemos una estación espacial ¿Por que no una en el fondo del océano? ¿acaso la presión del agua es un obstáculo tan insuperable?
En mi opinión, hay pocas razones científicas o económicas para mantener una tripulación permanentemente bajo el agua. Llegar a la órbita terrestre es caro y complicado. Merece la pena quedarse un rato una vez conseguido. Sin embargo, ningún punto del océano esta a mas de 11 kilómetros de la superficie. Además subir y bajar desde un buque es relativamente sencillo. O al menos, mas sencillo que quedarse. La mejor prueba es que la investigación desde buques oceanográficos o la explotación desde plataformas petrolíferas no se ha detenido.
La única ventaja importante de una base submarina seria la protección frente a las tormentas en la superficie. Pero para eso tendría que situarse a bastante profundidad, algo realmente caro y complicado. Y el fondo marino tampoco esta exento de problemas como fuertes corrientes, terremotos submarinos o avalanchas. Aunque la idea no esta olvidada y periodicamente surgen nuevas propuestas. Por ejemplo, una base robótica que, conectada con la superficie, permitiría explotar los recursos marinos como los nódulos. O nuevos proyectos de hotel submarino a poca profundidad. Pero me temo que nunca veremos una autentica ciudad submarina fuera de las películas. Una lástima.
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