domingo, 1 de julio de 2012

EL EXPERIMENTO DE LA INTENCION

Extracto de “ El experimento de la intención “ de Lynne Mc Taggart.

El pensamiento afecta a la realidad física. Una gran cantidad de inves­tigaciones sobre la naturaleza de la conciencia, realizadas durante más de treinta años en prestigiosas instituciones científicas de todo el mundo, muestra que los pensamientos son capaces de afectar a todo tipo de cosas, desde las máquinas más simples hasta los organismos vivos más complejos.Estos resultados sugieren que los pensamientos humanos y las intenciones son una «sustancia» física que tiene el asom­broso poder de cambiar nuestro mundo. Cada pensamiento que tene­mos es una energía tangible con poder para transformar las cosas. Un pensamiento no es sólo una cosa; un pensamiento es una cosa que ejer­ce influencia sobre otras.

El experimento de la intención




Cómo energizarse
Para «energizarte» y lograr un estado de máxima intensidad, pri­mero debes ralenuzar tus ondas cerebrales hasta un estado «alfa» de meditación poco profunda o de ensoñación —cuando el cerebro emite frecuencias (medidas por un EEG) de 8-13 hercios (ciclos por segundo).
Siéntate y adopta una posición cómoda. A muchos les gusta sen­tarse erguidos en una silla de respaldo duro, con las manos sobre las rodillas. También puedes hacerlo en el suelo con las piernas cruzadas. Comienza respirando lenta y rítmicamente, inspirando por la nariz y espirando por la boca, de modo que ambos ciclos tengan la misma duración. Relaja la barriga y luego contráela lentamente como si qui­sieras que tocara la espalda. Esto hará que respires con el diafragma.
Repite esto cada quince segundos, pero asegúrate de no estar esfor­zándote demasiado. Sigue durante tres minutos y mantente concentrado en el ejercicio. Aumenta la duración hasta cinco o diez minutos. Co­mienza a centrar tu atención únicamente en la respiración. Pracdca esto de manera repedda, ya que constituirá la base de tu práctica meditativa.
Para acceder a un estado alfa, el factor más importante, como sabe cualquier budista, es el de acallar la mente, aunque a menudo resulta prácticamente imposible no pensar en nada.
Después de que hayas accedido a este estado por medio de la con­centración en la respiración o en algún otro objeto, la mayoría de las escuelas de meditación recomienda utilizar algún tipo de «ancla» que te permita acallar el parloteo de la mente y estar más abierto a la in­formación intuitiva. Las anclas más habituales consisten en concen­trarse en:
— El cuerpo y sus funciones, o la respiración.
— Tus pensamientos, pero como si fuesen nubes flotando por el cielo, de modo que no sean «tú».
— Un mantra, como usan los practicantes de la meditación tras­cendental, generalmente una palabra, como om («El Campo» en el Budismo), ah (la verdad universal) o hum (la manifestación física de la verdad; el universo mismo); a inicios de la década de los setenta, muchos practicantes de la TM recibieron el mantra ah-om.
— Números; contar en silencio sea hacia atrás o hacia delante.
— Música -generalmente algo repetitivo, como Bach o un cánti­co—.
— Un único tono, como el producido por el didgeridoo de los aborígenes australianos.
— Un tambor o una matraca, cuyos sonidos repetitivos han sido usados por muchas culturas tradicionales para apaciguar la mente.
— La oración; el rosario por ejemplo, ya que los sonidos repetiti­vos ayudan a acallar la mente.
Practica hasta que puedas concentrarte cómodamente en tu «ancla» durante veinte minutos o más.

Máxima intensidad
Para energizarse es necesario desarrollar la capacidad de prestar atención con máxima intensidad en cada momento. Una de las mejo­res maneras de desarrollar esta capacidad consiste en practicar el anti­guo arte de la conciencia plena, propugnado ya desde el año 500 antes de Cristo por Shakyamuni Buda, fundador del Budismo. Es una dis­ciplina en la que mantienes una clara conciencia de lo que está suce­diendo en cada momento, tanto externa como internamente, en lugar de colorear tu interpretación con tus emociones o dejarte llevar por los pensamientos.
La conciencia plena es más que una simple concentración, y requiere que vigiles aquello en lo que te estás concentrando y manten­gas esta concentración en el presente. Con la práctica, serás capaz de silenciar el parloteo constante de tu mente y concentrarte en tu expe­riencia sensorial, por muy banal que sea—comer algo, abrazar a tu hijo, sentir dolor o simplemente sacar una hilacha de tu jersey—. Es como ser un padre benévolo con tu mente -eligiendo aquello en lo que ha de concentrarse y luego trayéndola de vuelta cuando pierde el rumbo.
Con el tiempo, la meditación de la conciencia plena agudizará tu percepción visual y evitará que te insensibilices ante las experiencias de la vida cotidiana. Una de las dificultades de incorporar la conciencia plena a las actividades del día a día es que ésta generalmente se enseña en retiros espirituales, donde los participantes se pueden dar el lujo de meditar durante muchas horas al día y practicar la conciencia plena realizando actividades como a «cámara lenta». Sin embargo, hay mane­ras de adaptar muchas prácticas tradicionales para que las puedas usar en tu meditación de la intención.
Una vez hayas accedido al estado «alfa», observa con precisión todo aquello que se manifieste en tu mente y en tu cuerpo. Presta aten­ción a lo que es en lugar de a lo que te dicen tus emociones, lo que tu gustaría que sucediera o únicamente aquello que es más agradable. No reprimas o deseches los pensamientos negativos si son auténticos. Una buena forma de anclar tu mente en el presente consiste en «volver a tu cuerpo», y sentir tu postura corporal.
Es vital que sepas distinguir la conciencia plena de la simple con­centración. La diferencia más importante es una falta de juicio o de punto de referencia acerca de la experiencia. Prestas atención a cada momento presente sin colorearlo con tus preferencias o aversiones, y sin siquiera identificar la experiencia como algo que te está sucedien­do a ti. En resumen, no hay ni «mejor» ni «peor».
— Toma conciencia de todos los olores, colores, texturas y sensa­ciones que estés experimentando. ¿A qué huele la habitación? ¿Qué sabor tienes en la boca? ¿Qué sensaciones te produce tu asiento?
— Presta atención a lo que esté sucediendo tanto interna como externamente. Cada vez que adviertas que estás juzgando lo que ves, dite a ti mismo «estoy pensando», y vuelve a la posición de observador.
— Cultiva el arte de escuchar simplemente todos los sonidos de tu habitación: el ruido de una tubería, el sonido de una bocina, el ladrido de un perro, un avión… Acéptalos todos—el ruido, el caos o el silencio— sin emitir ningún juicio.
— Percibe otras sensaciones: el «color» del día, la luz en la habita­ción, cualquier movimiento que se produzca frente a ti, la sen­sación del silencio…
— No intentes lograr nada. Elimina tus expectativas y tu lucha por alcanzar ciertos resultados.
— Acepta sin juzgar todo lo que suceda. Esto implica dejar de lado todas las opiniones e interpretaciones sobre lo que está ocu­rriendo. Detecta cada vez que te aferres a ciertas opiniones, ideas o pensamientos, y rechaces otros. Acepta tus propios pensa­mientos y experiencias, incluso los desagradables.
— Intenta no apresurarte nunca. Si tienes que hacerlo, que sea con plena conciencia. Siente conscientemente esa prisa.

Desarrollar la conciencia plena en tu vida cotidiana
La evidencia sugiere que si desarrollas la conciencia plena en tu vida cotidiana estarás moldeando tu cerebro para que sea más eficaz en el uso de la intención. El psicólogo Charles Tart, uno de los mayores expertos del mundo en los estados alterados de conciencia, tiene varias sugerencias al respecto:
— Haz pausas periódicas a lo largo del día para que dispongas de un tiempo en el que puedas tomar conciencia de lo que está sucediendo tanto interna como externamente.
— Cada vez que sientas que estás perdiendo la concentración en tus actividades del día a día, presta atención a tu respiración; te ayudará a centrarte.
— Presta atención a las actividades más banales, como lavarte los dientes o afeitarte.
— Comienza con un pequeño ejercicio, como por ejemplo dar una caminata, en el que te mantengas totalmente concentrado en aquello que estás haciendo.
— Usa etiquetas mentales para las actividades que estés realizando. Por ejemplo, «estoy poniéndome el abrigo», «estoy abriendo la puerta», «estoy atándome los zapatos»…
— Usa la conciencia plena en cada situación de la vida diaria. Cuando estés preparando la comida o incluso lavándote los dientes, presta atención a todos los olores, texturas, colores y sensaciones que experimentes.
— Aprende a mirar realmente a tu pareja y a tus hijos, a tus mas­cotas, amigos y colegas de trabajo. Obsérvalos detalladamente durante cada actividad —cada aspecto de su ser, pero sin juzgarlos-.
— Durante alguna actividad, como el desayuno, pide a tus hijos que presten atención a cada detalle. Concéntrate en el sabor de tu comida. Observa los colores y la textura. ¿Es crujiente el cereal?
¿Qué sensaciones te produce el zumo al bajar por tu garganta? Toma conciencia de los olores v sonidos a tu alrededor. Mientras estás observando todo esto, ¿qué sienten las distintas partes de tu cuerpo?
— Atiende a los miles de sonidos que te rodean cada día. Cuando alguien te esté hablando, escucha el sonido de su voz además de las palabras. No pienses en una respuesta hasta que haya dejado de hablar.
— Practica la conciencia plena en todas tus actividades: caminan­do por la calle, conduciendo al volver a casa, en el jardín…
— Si estás practicando estos ejercicios y resulta que te encuentras a alguien, no inicies una conversación. Simplemente saluda a la persona, y sigue en el momento presente.
— Usa la conciencia plena cuando estés extremadamente ocupado o bajo mucha presión. Obsérvate a ti mismo en una situación así. ¿Cómo afecta a tu equilibrio? ¿Puedes permanecer centrado en tu cuerpo cuando estás trabajando duro?
— Practica la conciencia plena mientras te halles en una fila. Expe­rimenta la sensación de estar a la espera, en lugar de centrarte en aquello que estás esperando. Toma conciencia de tus movi­mientos físicos y de tus pensamientos.
— No pienses en tus problemas ni intentes resolverlos. Ocúpate únicamente del problema que tengas entre manos.



La unión con el «otro»
Las investigaciones muestran que el tacto, la concentración en el corazón de la otra persona o los sentimientos compasivos hacia ella son una poderosa forma de conseguir que las ondas cerebrales de la gente entren en sincronía. Cuando dos personas se tocan y cada una se concen­tra con afecto en el corazón de la otra, los ritmos «coherentes» del corazón de una de ellas pueden entrar en sincronía con el cerebro de la otra.
Antes de que envíes tu intención, puede ser importante que esta­blezcas una conexión empática con el destinatario de tu intención.
Establece una conexión de antemano usando las técnicas siguientes:
No desperdicies el amor y el dolor que produce; cuando sientas la compasión brotando de tu interior, no la ignores, no intentes repri­mirla y regresar rápidamente a tu estado «normal», no tengas miedo a ese sentimiento ni te sientas avergonzado por tenerlo. No intentes dis­traerte con otra cosa. Sé vulnerable. Usa ese momentáneo brote de compasión; concéntrate en él, medita sobre él, desarróllalo y profun­diza en él. Al hacer esto, te darás cuenta de lo ciego que has estado ante el sufrimiento…
Durante tu intención, si vas a enviar curación a alguien, pri­mero trata de ponerte en su lugar. Imagina cómo debe de ser su vida y lo difícil que tiene que ser enfrentarse a una crisis así. Intenta sentir empatia por el sufrimiento de tu destinatario. Imagina cómo te sentirías si tuvieses que pasar por todos esos sufrimientos y de qué manera te gustaría ser curado. -Ahora, dirige tus pensamientos curativos hacia el destinatario de tu intención. Si la persona está presente, tómala de la mano.

Formulando tu intención
Cuando te halles en tu estado meditativo, formula claramente tu intención. Aunque mucha gente usa la expresión «siempre he tenido…» («siempre he tenido buena salud»), yo prefiero usar el tiempo presente y enviar la intención a su destinatario como un deseo queja se ha cum­plido. Por ejemplo, si estás tratando de curar un dolor de espalda, pue­des decir: «Mi zona lumbar está libre de dolor y me puedo mover con facilidad y fluidez». Recuerda que debes formular tu intención como una afirmación positiva; en lugar de indicar: «No tendré efectos secun­darios», di: «Estaré libre de efectos secundarios».
Sé específico
Las intenciones específicas son las que parecen funcionar mejor. Asegúrate de que tus intenciones sean específicas y directas —y cuanto más detalladas mejor—. Si estás intentando curar el dedo anular de la mano izquierda de tu hijo, especifica que se trata de ese dedo, y, si es posible, cuál es el problema que tiene.
Estipula la totalidad de tu intención. Incluye aquello que te gus­taría cambiar, en quién, cuándo y dónde. Usa la lista siguiente como recordatorio de que has cubierto todos los factores: quién, qué, cuándo, dónde, por qué y cómo. Puede resultarte údl hacer un dibujo de tu intención, o crear un collage con fotografías. Colócalo en un lugar donde puedas mirarlo a menudo.

El ensayo mental
Al igual que hacen los deportistas de élite, la mejor forma de enviar una intención consiste en visualizar el resultado que desees con la totalidad de tus cinco sentidos en tiempo real. La visualización usa imágenes o mensajes internos para conseguir un objetivo determinado. Se puede usar para cualquier objetivo deseado —para cambiar o mejo­rar tu situación en la vida, trabajo, relaciones, condición física o esta­do de salud, visión de las cosas o incluso un aspecto específico de ti mismo, incluida tu personalidad— También para enviar intenciones a otras personas. La visualización es como la autohipnosis.
Ten en mente con mucha antelación una imagen mental del resul­tado de tu intención. Mucha gente cree que para realizar una visuali­zación es necesario «ver» claramente la imagen exacta en la mente. Pero para enviar una intención no hace falta tener una imagen interna níti­da; de hecho, no es preciso tener ninguna imagen en absoluto. Basta con pensar en la intención, sin una imagen mental, y simplemente crear una impresión, un sentimiento o un pensamiento. Algunos de nosotros pensamos con imágenes, otros con palabras, otros con soni­dos, con tacto o con la relación espacial entre los objetos. Tu ensayo mental dependerá de los sentidos que tengas más desarrollados.
Para nuestro ejemplo del dolor de espalda, suponte libre de dolor y haciendo algún tipo de ejercicio o de movimiento que te guste. Imagínate a ti mismo caminando, ágil y libre de dolor. Recuerda, expe­rimenta la sensación de estar libre de dolor y lleno de energía. Imagina las sensaciones internas y externas de tu flexible espalda. Piensa que puedes correr con total libertad. Elige sensaciones que confirmen la curación de tu espalda. Si estás enviando tu intención para curar a otro, realiza los mismos pasos, pero imagínate a ti mismo en el inte­rior de la espalda de la otra persona. Envía tu intención a su espalda.

Practica la visualización
Puedes practicar la visualización accediendo primero a un estado meditativo e imaginando lo siguiente (mientras intentas recordar lo máxi­mo posible de lo que viste y oliste, así como los sentimientos asociados):
— Una comida reciente que te haya encantado (¿puedes recordar algunos de los olores y sabores que más te gustaron?).
— Tu habitación. Recórrela mentalmente, recordando ciertos deta­lles -el tacto de la colcha, las cortinas o la alfombra— No hace falta que veas toda la habitación; céntrate en un detalle o en una impresión.
— Un momento reciente de felicidad (con un ser querido o con un niño). Recuerda las sensaciones e imágenes más vividas.
— A ti mismo corriendo, nadando, montando en bicicleta o haciendo ejercicio en un gimnasio. Intenta experimentar cómo se siente tu cuerpo al realizar todos estos movimientos.
— Tu música favorita (intenta «escuchan» la música internamente).
Una experiencia reciente que te haya producido una intensa sensación física (como zambullirse en una piscina o en el mar, un baño de vapor, la
— sensación de la lluvia o de la nieve, o hacer el amor). Trata de revivir todas estas sensaciones físicas.
Para visualizar tu intención, primero formúlala cuidadosamente con antelación:
-Ahora, crea una imagen en tu mente del resultado deseado. Imagínala como si ya fuese una realidad, y a ti mismo en esa situación.
— Intenta imaginar tantos detalles sensoriales de la situación como puedas (la apariencia, el olor, las sensaciones…).
— Piensa en ella de forma posidva, opdmista y esperanzadora; usa palabras que confirmen que ya ha sucedido o está sucediendo (y no que vaya a suceder en el futuro). Por ejemplo, para alguien con un problema cardíaco: «Mi corazón está sano y bien».
— Para la curación, intenta imaginar que te estás llenando de energía curativa (tal vez en forma de luz blanca o como una manifestación de tu divinidad personal) y que esta energía cura la parte de tu cuerpo que está enferma, convirtiendo un órgano enfermo en un órgano sano. Si te fascina el conflicto entre el bien y el mal, imagina las células «buenas» luchando y derro­tando a las células «malas». También puedes visualizar cómo el tejido enfermo se convierte en tejido sano, o cómo las células enfermas son sustituidas por células sanas; o imagina todo tu cuerpo, y que esa parte enferma esté totalmente sana. Imagínate a ti mismo con una salud perfecta, realizando las actividades del día a día. Busca en un libro o en Internet una imagen de ese órgano en un estado perfectamente sano. Imagina que tu órga­no enfermo tiene exactamente el mismo aspecto.
— Si sientes dolor, piensa en las terminaciones nerviosas de todo tu cuerpo y «ve» cómo la energía curativa emitida con cada res­piración fluye por tus músculos y células sanguíneas, a través de las arterias hasta tus nervios, aliviando todos tus dolores.
— Envía a menudo tu visualización, tanto durante la meditación como a lo largo del día.

Las creencias
Las numerosas evidencias sobre el efecto placebo demuestran el extraordinario poder de las creencias. La creencia en el poder de la in­tención también es vital. Mantén fijo en tu mente el resultado deseado
y no te permitas pensar en el fracaso. Desecha todos los pensamientos del tipo conmigo-no-va-a-pasar. Si estás intentando afectar a alguien que no cree en el poder de la intención, coméntale algunas de las evi­dencias científicas presentadas en este libro y en otros. Es importante que ambos compartáis las mismas creencias. Herbert Benson piensa que sus monjes tuvieron éxito en sus experimentos porque usaban palabras y frases que incorporaban sus creencias más profundas.


Quítate de en medio
En los estudios sobre la meditación, la mediumnidad y la cura­ción, las personas que tienen éxito con la intención se imaginan a sí mismas y al destinatario de la curación como si fuesen uno con el uni­verso. En tu estado meditativo, entra en un espacio en el que relajes tu identidad separada y sientas una unión con el destinatario de tu inten­ción y con El Campo. Formula tu intención con claridad, y luego desentiéndete del resultado. En este punto, es posible que sientas que una fuerza superior toma posesión de tu intención. Termina tu medi­tación con una petición y luego quita tu ego de en medio. Recuerda: este «poder» no tiene su origen en ti -tú eres su vehículo—. Considé­ralo como una petición que estás haciendo al universo.


El momento adecuado
La evidencia científica sugiere que la intención que pretenda dominar la materia (es decir, la psicoquinesis) funciona mejor en los momentos de mayor actividad geomagnética. Puedes averiguar cuáles son los niveles geomagnéticos en tu localidad consultando varios sitios web. La Administración Nacional Oceánica y Atmosférica de los Estados Unidos (NOAA, en sus siglas en inglés) creó un Centro del Entorno Espacial (SEC, según sus siglas en inglés), la fuente oficial de información sobre el clima espacial (www.sec.noaa.gov). El SEC, a su vez, creó una sucursal para las Operaciones del Clima Espacial (SWO, según sus siglas en inglés) para que actúe como centro de alerta de las perturbaciones en el espacio. Operado conjuntamente por la NOAA y la Fuerza Aérea de los Estados Unidos, este centro de alerta proporcio­na información y pronósticos sobre la actividad geomagnética y solar.
SWO recibe en tiempo real los datos provenientes de numerosos observatorios terrestres y satélites de todo el mundo. Estos datos le per­miten predecir la actividad solar y geomagnética, y dar la alerta cuan­do se producen fuertes tormentas. Para conocer el pronóstico corres­pondiente al día en que vayas a realizar tu intención, consulta http://sec.noaa.gov/today2.html.
El SEC ha creado Escalas de Clima Espacial para ofrecer al públi­co no especializado una idea de la severidad de las tormentas geomagnéticas, de las tormentas de radiación solar y de los apagones radiofónicos, así como de su efecto sobre nuestros sistemas tecnológi­cos (www. sec.noaa.gov/NOAAscales). Los números adjuntos (como «G5») indican el nivel de severidad (1 es el mínimo, y 5 el máximo).
El Observatorio Solar y Heliosférico (SOHO, según sus siglas en inglés) fue creado http://sohowww.nascom.nasa.gov/spaceweather/. Este sitio web contiene útiles gráficos de la actividad geomagnética, vientos solares, y flujos de protones de alta energía y rayos X.
http://sohowww.nascom.nasa.gov/spaceweather/. Este sitio web contiene útiles gráficos de la actividad geomagnética, vientos solares, y flujos de protones de alta energía y rayos X.
Para medir la actividad geomagnética se usa el índice K, con O indicando el valor mínimo y 9 el máximo. El índice a es similar, pero emplea una escala más amplia —de O a 400—.
Cuando envíes una intenciónintenta hacerlo en un día en que el índice K sea 5 o mayor (o el índice a superior a 200).
También puede ser una buena idea enviar la intención alrededor de la una de la tarde hora sideral local (consulta en Internet cómo calcular la hora sideral local). Envía intención sólo en los días en que te sientas bien y feliz.



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