Hieronymus Bosch (El Bosco) pintó el camino a la muerte como un túnel en “El ascenso de la Santísima”. Ahí se representan las almas en su tránsito hacia el cielo, realizado por seres alados en una especie de rapto iluminado. La pintura capta la idea de que el cielo podría sentar a las almas torturadas en paz. 

En la modernidad, el mundo del arte está menos interesado en la transición de la vida terrenal a la vida celeste. Sin embargo, muchas han sido las personas que dicen haber realizado este tránsito y han regresado para contarlo, producto de esta experiencia fue que se concibió “The Big Book of Near-Death Experiences”, un libro que reúne algunos dibujos de personas que, aseguran, haber vivido ese umbral mortuorio.


Tannis Prouten, deprimida y muy baja de peso a los 20 años de edad, dibujó este diagrama de su cuero en esta experiencia extracorporal. Según cuenta, una ola caliente recorrió su cuerpo, la impulsó hacia una esquina en la sala “Sentí como si me agachara a una pulgada del techo”. Según Prouten, pasó a través de una pared hacia la oscuridad, después vio un camino firme hacia un destino desconocido. Con el tiempo, lo oscuro se aclaró y Prouten experimentó una euforia total.


Tonya cayó al lado de una piscina y quedó inconsciente. Durante ese periodo una figura etérea y radiante se posó amorosamente hacia ella. Tonya asegura que la misma mujer reapareció en su vida cuando su pequeña hija, años después, fue atacada por un perro y necesitó cirugía facial.


A los 6, Scott fue atropellado y perdió el conocimiento por horas. Durante el trance, Scott recuerda que tomó el brazo de su padre y le gritó a su hermano mayor para jugar con él (su hermano dijo a sus padres que podía oír la voz de su hermano en el momento del accidente). Después viajaron a un túnel de viento que los llevó a una enorme masa de carne putrefacta.


Gracie Sprouse dice haber vivido al experiencia a los 11. En este dibujo se ve cómo un ángel le entrega una especie de dispositiva de su vida. Al mismo tiempo que miraba las imágenes, ella se juzgaba y condenaba por las cosas malas que les había hecho a sus hermanas.


Celeste Weitz dijo que ella murió en la infancia cuando dormía en los brazos de su padre, dice haber despertado para mirar por encima del hombro de su padre, cuando otros entes la acompañaban y presenciaban la angustia de su progenitor. Al darse cuenta del sufrimiento de su padre, decidió volver a su cuerpo.

 Richard Borutta era un alcohólico con una insuficiencia hepática cuando, a los 42, le realizaron un procedimiento médico en el que “murió”. Borutta dice que se deslizó hacia “el otro lado” y le exigió que se quedara allí. Él recuerda que espíritus personificados en plumas lo trataban de convencer para ganarse el camino de vuelta haciendo las paces con su familia.