En el ámbito de las “teorías de la conspiración” y la información alternativa es muy frecuente encontrarse con premisas nuevaeristas del estilo pseudoesotérico de gurúes modernos. Area X ya ha dado cuenta de algunos casos como Matías Di Stéfano, que han sabido vender sus “enseñanzas”, generando ganancias millonarias.
Sin embargo, pocos adeptos de ese tipo de creencias conoce el origen de la corriente ni sospecha que en realidad sus creencias son fruto de una amalgama generada por la CIA en los años 60′s para eliminar la creciente conciencia política que volvía peligrosa a la juventud estadounidense por aquellos años.
El movimiento de la nueva era estuvo estrechamente ligado a diversas operaciones secretas de la CIA y de la KGB, dentro del contexto de la Guerra Fría. Y es que este movimiento y sus líderes tuvieron mucho que ver con el desmantelamiento de la “Revolución del 68”; el inicio del terrible fenómeno del narcotráfico y el consumo masivo de drogas entre la juventud; el auge de diversas sectas orientalistas y, aunque parezca sorprendente, la caída de la URSS.
Las revueltas estudiantiles de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo supusieron un duro golpe para el establishment de las sociedades occidentales de esa época. En Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, las tres naciones más comprometidas en la lucha contra el “telón de acero”, se estaba gestando algo que los líderes políticos no comprendían. Sus jóvenes más brillantes, los universitarios que dirigirían los destinos de sus respectivos países en la próxima década, se habían transformados en unos radicales antisistema.
Revueltas callejeras, manifestaciones, creación de organizaciones pacifistas o de acción política, mítines y todo tipo de iniciativas tendentes a promover un cambio en la sociedad tuvieron lugar durante esos años. En USA esta situación se agravó todavía más con las protestas contra la guerra de Vietnam.
En los centros de poder del mundo occidental altos mandos de los servicios secretos, del ejército y del gobierno se reunían para intercambiar informes e impresiones sobre lo que estaba sucediendo.
La conclusión a la que llegaron las mentes pensantes de la CIA es que se estaba gestando un movimiento revolucionario en el mismo corazón del “mundo libre”. Y lo que era todavía peor: intelectuales, filósofos, profesores y gentes de gran altura intelectual y un enorme peso en la opinión pública se estaban adhiriendo al nuevo movimiento. Para los analistas de la CIA y de los servicios secretos británicos la situación se tornaba de una gravedad extrema. Los más pesimistas proyectaban un futuro nada tranquilizador.
Esos jóvenes revolucionarios filocomunistas ocuparían puestos importantes en la estructura social de sus países. Los servicios de inteligencia, los partidos políticos, el ejército, las universidades, todos los sectores de la sociedad estarían “infiltrados” por izquierdistas radicales, todos ellos posibles agentes de la URSS.
Es más, muchos políticos y militares vieron en este nuevo movimiento social de carácter antisistema la mano oculta de la temida KGB. La solución, según diversos autores, no consistió en acabar con el movimiento, sino en transformarlo, despojándolo de todo activismo político.
Ocultismo, drogas y rock and roll
El plan consistió en “cambiar el punto de atención” de los nuevos revolucionarios. Sus esfuerzos debían dirigirse hacia otras cuestiones, no hacia la meta de promover un cambio político. De este modo, en pocos años, el activo movimiento, que nació con unas metas bastante claras, acabó desinflándose y cayendo en la más absoluta anarquía, hasta desaparecer.
La finalidad de esta operación de largo alcance diseñada por la CIA y los servicios secretos británicos era introducir dentro del movimiento revolucionario juvenil tres nuevos elementos: las creencias esotéricas, mágicas y ocultistas; el consumo masivo de drogas y la aceptación del nuevo sonido del rock and roll.
Con estos tres elementos los antropólogos y sociólogos de las inteligencias británica y norteamericana pensaron que lograrían que los jóvenes idealistas entrasen en un proceso de alejamiento del mundo real, lo que conllevaría la pérdida de sus objetivos políticos.
Y todo apunta a que estos planes tuvieron éxito. La música rock se transformó en un fenómeno juvenil de masas, atrayendo la atención de millones de adolescentes; las drogas se convirtieron en algo habitual en los campus universitarios estadounidenses, provocando la destrucción de toda una generación y las filosofías y sectas orientalistas llegaron a occidente.
Muchos de los líderes de las revueltas de los años sesenta terminaron militando en sectas como los Hare Krishna, Meditación Trascendental y similares, y otros muchos fundaron o se convirtieron en militantes del “Movimiento del potencial humano”, que se centraba en el estudio de la astrología, la sabiduría de oriente, la hipnosis, las facultades paranormales del hombre, el yoga, la meditación o el desarrollo de la intuición entre otras cuestiones.
El potencial humano se transformaría más tarde en el ya masivo y popular movimiento de la nueva era. Pero, ¿de dónde obtuvieron los antropólogos y sociólogos de la CIA y la inteligencia británica la idea de combinar música rock, drogas y creencias mágicas?.
Según informaciones provenientes de Prioridad Internacional, una prestigiosa revista de circulación restringida especializada en cuestiones de inteligencia, nada más y nada menos que de los rituales de iniciación de diferentes pueblos indígenas y de varias ceremonias de los adoradores de la diosa Isis en los imperios egipcio y romano.
En estos rituales se unían las creencias mágicas –los dioses o los espíritus hacían acto de presencia en la ceremonia–; el consumo de sustancias alucinógenas como el peyote, el mescal u otras para comunicarse con los espíritus y lograr el trance, y una música de tambores repetitiva y rítmica con la finalidad de provocar un estado alterado de conciencia. Para Prioridad Internacional uno de los principales agentes de esta operación fue el famoso escritor Aldous Huxley.
El autor de Un Mundo Feliz, La máquina del Tiempo o La Isla del Doctor Moreau colaboró ya desde su juventud con la inteligencia británica y fue miembro fundador de la “Mesa Redonda de Rhodes”, una organización entonces comandada por Arnold Toynbee a la que pertenecían los miembros más importantes de la oligarquía británica. Toynbee perteneció durante casi cincuenta años al consejo del “Real Instituto de Asuntos Internacionales” –RIIA– y dirigió la División de Investigaciones de la inteligencia británica en la II Guerra Mundial, a la vez que hacía de oficial de información del primer ministro Winston Churchill.
La función de los miembros de la “Mesa Redonda” era la defensa de los intereses del imperio y evitar a toda costa su decadencia y pérdida de poder en el ajedrez mundial. Los hijos de la élite de la “Mesa Redonda” entraban a formar parte de otra organización conocida con el pomposo nombre de los “Hijos del Sol”, que vendría a ser algo así como un escalón anterior obligatorio antes del acceso a la ya citada “Mesa”.
Años más tarde, Huxley regresó a Gran Bretaña, donde permaneció durante algún tiempo, hasta que a principios de 1952 volvió a asentarse en USA, esta vez acompañado por su médico personal y fiel amigo Humphrey Osmond. En ese mismo año la CIA puso en marcha el programa de control mental Mk–Ultra bajo la dirección personal del director de la agencia secreta norteamericana, Allen Dulles.
El director de la CIA, curiosamente, colocó en un lugar destacado del proyecto a Osmond, quien de este modo comenzó a trabajar para el servicio secreto de USA. Pocos meses después, Osmond y su amigo Aldous Huxley celebraron una serie de reuniones en la Universidad de Chicago para poner en marcha un plan de experimentación con mescalina y LSD.
En esta época Huxley empezó a consumir mescalina y fruto de ello fue uno de sus libros más importantes: Las Puertas de la Percepción, obra que puso de moda la idea entre la juventud norteamericana que los alucinógenos tenían la capacidad de “expandir la conciencia” hacia otras realidades desconocidas.
Huxley estaba convencido que la renovación religiosa de USA vendría de las drogas y no de los predicadores. Huxley y el ya convertido en científico de la CIA Humphrey Osmond siguieron ampliando sus trabajos sobre los efectos de los alucinógenos con algunos individuos pertenecientes a los grupos ocultistas que el escritor había fundado en su primer viaje a USA. Recordemos que la base del proyecto Mk–Ultra era también estudiar los efectos de las drogas en el ser humano.
Entre los voluntarios “conejillos de indias” de Osmond y Huxley se encontraban algunos de los que años más tarde se convertirían en líderes de la contracultura estadounidense como Alan Watts o Gregory Bateson. Watts era un experto en religiones orientales y un defensor del uso místico del LSD con la finalidad de descubrir “nuestro yo interno”.
Alan Watts también fue uno de los fundadores de la Pacific Foundation, la cual patrocinó a la WKBW en San Francisco y la WBAI–FM en Nueva York, las dos primeras emisoras de radio en promover el sonido rock and roll de los Rolling Stones, los Beatles y los Animals. Las mismas emisoras popularizarían luego el rock ácido y el punk rock.
En cuanto a Gregory Bateson, trabajó como antropólogo para la OSS, la agencia de inteligencia estadounidense anterior a la creación de la CIA. Más tarde se haría cargo de la dirección de la clínica experimental de drogas alucinógenas del hospital de veteranos de guerra de Palo Alto, de donde saldrían los primeros ideólogos del “hippismo”.
A finales de los años sesenta Bateson fundó la “Clínica Libre” en la que siguió experimentando con drogas. Al personal de la clínica de Bateson pertenecía por ejemplo el doctor Ernest Dernberg, oficial de la inteligencia militar, posiblemente asignado al proyecto Mk–Ultra.
A mediados de los sesenta, la CIA y la inteligencia británica decidieron poner en marcha sus planes para acabar con la revolución juvenil. Se promocionó desde medios afines la música rock; se aprovechó la “infraestructura ocultista” creada por Aldous Huxley en California, al mismo tiempo que se publicitaba a todo tipo de sectas como los Hare Krishna o el Templo del Pueblo.
Y, lo que es más terrible: se inundaron las calles y los campus universitarios de drogas mientras se daba cobertura a la “cultura de los alucinógenos”, promoviendo a gentes como Watts, Bateson, Isherwood, Timothy Leary –uno de los líderes de la contracultura acusado en múltiples ocasiones de trabajar en el proyecto Mk–Ultra– o Stanislav Grof, el mayor difusor del uso del LSD como “expandidor de la conciencia”.
Grof comenzó a trabajar sobre los efectos éste ya en 1956 en el Instituto Psiquiátrico de Praga. Años después se trasladaría a los Estados Unidos, continuando allí sus experimentos en el Centro de Investigación Psiquiátrica de Maryland. Grof, tras haber guiado personalmente más de 4.000 sesiones con LSD, llegó a la conclusión de que esta droga puede actuar como un catalizador de la conciencia.
En un amplio informe elaborado por el boletín de inteligencia Prioridad Internacional sobre los verdaderos intereses tras la revolución juvenil leemos: “A finales de los sesenta, Huxley fue nombrado profesor conferencista del Instituto Tecnológico de Massachussetts, en Boston. Estando en esa ciudad, Huxley organizó en Harvard un círculo paralelo a su equipo en la costa oeste. En el grupo de Harvard estaban Huxley, Osmond y Watts –venidos de California–, más Timothy Leary y Richard Alpert.
El tema aparente del seminario de Harvard era ‘La Religión y su Significado en la Edad Moderna’. Se trataba en realidad de planear la contracultura del rock ácido.
En la época de Harvard, Huxley estableció contacto con el presidente de la Sandoz –una empresa farmacéutica – que por esa época trabajaba en un contrato con la CIA para producir grandes cantidades de LSD y psilocibina –otro alucinógeno sintético– para la operación Mk–Ultra, el experimento oficial de guerra química de la CIA.
Según documentos que la CIA ha hecho públicos recientemente, Allen Dulles, el director de la agencia de inteligencia, compró más de 100 millones de dosis de LSD, casi todo el cual fue a inundar las calles de los Estados Unidos a finales de los sesenta. En esa misma época, también Leary comenzó a comprar por su cuenta grandes cantidades de LSD de la Sandoz.
De las discusiones del seminario de Harvard, Leary armó el libro La Experiencia Psicodélica, basado en el antiguo Libro Tibetano de los Muertos. Con este libro se popularizó el término que había acuñado Osmond: expansión psicodélica de la muerte”. En este mismo informe se dice que el principal “conejillo de indias” de Bateson en Palo Alto fue Ken Kesey:
“Bateson le administró la primera dosis de LSD a Kesey en 1959. Para 1962, Kesey había terminado su famosa novela Alguien Voló sobre el Nido del Cuco, la cual popularizó la noción de que la sociedad es una prisión y que los únicos realmente libres son los locos.
Posteriormente, Kesey organizó un círculo de iniciados en el LSD denominada los ‘Alegres Truhanes’, que recorrían el país repartiendo LSD –muchas veces sin advertírselo a los receptores–, montando redes de distribución local y sentando las bases de una gran campaña de propaganda de la contracultura, aún un movimiento minúsculo”.
Esalen, nido de espías
A principios de los años 50 se funda en San Francisco la “Academia Americana de Estudios Asiáticos”, bajo la dirección del profesor de la Universidad de Standford Frederic Spiegelberg. Junto a él se unieron a esta nueva aventura intelectual Alan Watts, el indio Haridas Chanduri o el japonés D. T. Suzuki, entre otros. A los cursos impartidos por el profesor Spiegelberg y sus colaboradores asistieron durante años miles de estudiantes.
Dos de estos alumnos, profundamente interesados por las sabidurías orientales, abrigaron la idea de fundar un centro especializado en el estudio de las nuevas ideas y filosofías que estaban llegando a los Estados Unidos. Michael Murphy y Richard Price, así se llamaban estos dos jóvenes emprendedores, consultaron su proyecto con Spiegelberg, que enseguida se ilusionó.
Price había participado años atrás en los experimentos desarrollados por Gregory Bateson sobre los efectos de las drogas en el hospital de veteranos de Palo Alto. Parece que fue a través de Bateson como los dos jóvenes conocieron a Aldous Huxley, quien también prestó toda su ayuda para levantar este proyecto.
Al fin, en 1963, tras dos años de duro trabajo, Murphy y Price pusieron a funcionar Esalen, un instituto dedicado a la fusión de las religiones con la ciencia; oriente con occidente; lo material con lo espiritual; lo antiguo con lo moderno; el cuerpo con la mente; el arte con las matemáticas; etc. Situado en Big Sur, un bello paraje a unos 300 kilómetros al sur de Los Ángeles, pronto acaparó la atención de insignes heterodoxos que aterrizaron en Esalen llenos de ideas.
Centenares de miles de personas pasaron por los cursos y convivencias de Esalen desde entonces hasta nuestros días. Escuelas, hospitales, iglesias y diferentes instituciones gubernamentales tienen en la actualidad contratos de colaboración con Esalen.
En este peculiar instituto de investigaciones desarrollaron sus enseñanzas escritores, filósofos, psicólogos, psiquiatras, historiadores e importantes científicos como:
Jack Sarfatti, un heterodoxo físico que trabajó en proyectos secretos para el gobierno de lUSA
Nick Herbert, autor de importantes estudios sobre comunicaciones translumínicas
Fred Alan Wolf, autor de conocidos libros de divulgación científica como Universos Paralelos o El Universo Onírico
Arthur Yung, matemático e inventor del helicóptero Bell
Jhon C. Lilly, médico y máximo experto mundial sobre los estados de privación sensorial y la comunicación con los delfines
Karl Pribram, neurofisiólogo y autor del modelo holográfico del cerebro
Stanislav Grof, especialista en los efectos del LSD y creador de la psicología transpersonal
B. F. Skinner, el famoso psicólogo conductista
Virginia Satir, fundadora de la terapia familiar
S. I. Hayakawa, especialista en semántica general de primera línea
David Bohm, físico y profesor de la Universidad de Princeton que ha realizado contribuciones decisivas a la mecánica cuántica y a la relatividad
John Mack, director durante años del departamento de psiquiatría de Harvard, premio Pulitzer y últimamente uno de los más famosos investigadores del fenómeno abducción –secuestro de seres humanos por parte de pretendidos seres extraterrestres–
Fritjof Capra, un reconocido físico teórico que sentó las bases de las relaciones entre la física y las filosofías orientales con su best seller titulado El Tao de la Física.
Sin embargo, pocos adeptos de ese tipo de creencias conoce el origen de la corriente ni sospecha que en realidad sus creencias son fruto de una amalgama generada por la CIA en los años 60′s para eliminar la creciente conciencia política que volvía peligrosa a la juventud estadounidense por aquellos años.
El movimiento de la nueva era estuvo estrechamente ligado a diversas operaciones secretas de la CIA y de la KGB, dentro del contexto de la Guerra Fría. Y es que este movimiento y sus líderes tuvieron mucho que ver con el desmantelamiento de la “Revolución del 68”; el inicio del terrible fenómeno del narcotráfico y el consumo masivo de drogas entre la juventud; el auge de diversas sectas orientalistas y, aunque parezca sorprendente, la caída de la URSS.
Las revueltas estudiantiles de los años 60 y principios de los 70 del pasado siglo supusieron un duro golpe para el establishment de las sociedades occidentales de esa época. En Francia, Gran Bretaña y los Estados Unidos, las tres naciones más comprometidas en la lucha contra el “telón de acero”, se estaba gestando algo que los líderes políticos no comprendían. Sus jóvenes más brillantes, los universitarios que dirigirían los destinos de sus respectivos países en la próxima década, se habían transformados en unos radicales antisistema.
Revueltas callejeras, manifestaciones, creación de organizaciones pacifistas o de acción política, mítines y todo tipo de iniciativas tendentes a promover un cambio en la sociedad tuvieron lugar durante esos años. En USA esta situación se agravó todavía más con las protestas contra la guerra de Vietnam.
En los centros de poder del mundo occidental altos mandos de los servicios secretos, del ejército y del gobierno se reunían para intercambiar informes e impresiones sobre lo que estaba sucediendo.
La conclusión a la que llegaron las mentes pensantes de la CIA es que se estaba gestando un movimiento revolucionario en el mismo corazón del “mundo libre”. Y lo que era todavía peor: intelectuales, filósofos, profesores y gentes de gran altura intelectual y un enorme peso en la opinión pública se estaban adhiriendo al nuevo movimiento. Para los analistas de la CIA y de los servicios secretos británicos la situación se tornaba de una gravedad extrema. Los más pesimistas proyectaban un futuro nada tranquilizador.
Esos jóvenes revolucionarios filocomunistas ocuparían puestos importantes en la estructura social de sus países. Los servicios de inteligencia, los partidos políticos, el ejército, las universidades, todos los sectores de la sociedad estarían “infiltrados” por izquierdistas radicales, todos ellos posibles agentes de la URSS.
Es más, muchos políticos y militares vieron en este nuevo movimiento social de carácter antisistema la mano oculta de la temida KGB. La solución, según diversos autores, no consistió en acabar con el movimiento, sino en transformarlo, despojándolo de todo activismo político.
Ocultismo, drogas y rock and roll
El plan consistió en “cambiar el punto de atención” de los nuevos revolucionarios. Sus esfuerzos debían dirigirse hacia otras cuestiones, no hacia la meta de promover un cambio político. De este modo, en pocos años, el activo movimiento, que nació con unas metas bastante claras, acabó desinflándose y cayendo en la más absoluta anarquía, hasta desaparecer.
La finalidad de esta operación de largo alcance diseñada por la CIA y los servicios secretos británicos era introducir dentro del movimiento revolucionario juvenil tres nuevos elementos: las creencias esotéricas, mágicas y ocultistas; el consumo masivo de drogas y la aceptación del nuevo sonido del rock and roll.
Con estos tres elementos los antropólogos y sociólogos de las inteligencias británica y norteamericana pensaron que lograrían que los jóvenes idealistas entrasen en un proceso de alejamiento del mundo real, lo que conllevaría la pérdida de sus objetivos políticos.
Y todo apunta a que estos planes tuvieron éxito. La música rock se transformó en un fenómeno juvenil de masas, atrayendo la atención de millones de adolescentes; las drogas se convirtieron en algo habitual en los campus universitarios estadounidenses, provocando la destrucción de toda una generación y las filosofías y sectas orientalistas llegaron a occidente.
Muchos de los líderes de las revueltas de los años sesenta terminaron militando en sectas como los Hare Krishna, Meditación Trascendental y similares, y otros muchos fundaron o se convirtieron en militantes del “Movimiento del potencial humano”, que se centraba en el estudio de la astrología, la sabiduría de oriente, la hipnosis, las facultades paranormales del hombre, el yoga, la meditación o el desarrollo de la intuición entre otras cuestiones.
El potencial humano se transformaría más tarde en el ya masivo y popular movimiento de la nueva era. Pero, ¿de dónde obtuvieron los antropólogos y sociólogos de la CIA y la inteligencia británica la idea de combinar música rock, drogas y creencias mágicas?.
Según informaciones provenientes de Prioridad Internacional, una prestigiosa revista de circulación restringida especializada en cuestiones de inteligencia, nada más y nada menos que de los rituales de iniciación de diferentes pueblos indígenas y de varias ceremonias de los adoradores de la diosa Isis en los imperios egipcio y romano.
En estos rituales se unían las creencias mágicas –los dioses o los espíritus hacían acto de presencia en la ceremonia–; el consumo de sustancias alucinógenas como el peyote, el mescal u otras para comunicarse con los espíritus y lograr el trance, y una música de tambores repetitiva y rítmica con la finalidad de provocar un estado alterado de conciencia. Para Prioridad Internacional uno de los principales agentes de esta operación fue el famoso escritor Aldous Huxley.
El autor de Un Mundo Feliz, La máquina del Tiempo o La Isla del Doctor Moreau colaboró ya desde su juventud con la inteligencia británica y fue miembro fundador de la “Mesa Redonda de Rhodes”, una organización entonces comandada por Arnold Toynbee a la que pertenecían los miembros más importantes de la oligarquía británica. Toynbee perteneció durante casi cincuenta años al consejo del “Real Instituto de Asuntos Internacionales” –RIIA– y dirigió la División de Investigaciones de la inteligencia británica en la II Guerra Mundial, a la vez que hacía de oficial de información del primer ministro Winston Churchill.
La función de los miembros de la “Mesa Redonda” era la defensa de los intereses del imperio y evitar a toda costa su decadencia y pérdida de poder en el ajedrez mundial. Los hijos de la élite de la “Mesa Redonda” entraban a formar parte de otra organización conocida con el pomposo nombre de los “Hijos del Sol”, que vendría a ser algo así como un escalón anterior obligatorio antes del acceso a la ya citada “Mesa”.
Años más tarde, Huxley regresó a Gran Bretaña, donde permaneció durante algún tiempo, hasta que a principios de 1952 volvió a asentarse en USA, esta vez acompañado por su médico personal y fiel amigo Humphrey Osmond. En ese mismo año la CIA puso en marcha el programa de control mental Mk–Ultra bajo la dirección personal del director de la agencia secreta norteamericana, Allen Dulles.
El director de la CIA, curiosamente, colocó en un lugar destacado del proyecto a Osmond, quien de este modo comenzó a trabajar para el servicio secreto de USA. Pocos meses después, Osmond y su amigo Aldous Huxley celebraron una serie de reuniones en la Universidad de Chicago para poner en marcha un plan de experimentación con mescalina y LSD.
En esta época Huxley empezó a consumir mescalina y fruto de ello fue uno de sus libros más importantes: Las Puertas de la Percepción, obra que puso de moda la idea entre la juventud norteamericana que los alucinógenos tenían la capacidad de “expandir la conciencia” hacia otras realidades desconocidas.
Huxley estaba convencido que la renovación religiosa de USA vendría de las drogas y no de los predicadores. Huxley y el ya convertido en científico de la CIA Humphrey Osmond siguieron ampliando sus trabajos sobre los efectos de los alucinógenos con algunos individuos pertenecientes a los grupos ocultistas que el escritor había fundado en su primer viaje a USA. Recordemos que la base del proyecto Mk–Ultra era también estudiar los efectos de las drogas en el ser humano.
Entre los voluntarios “conejillos de indias” de Osmond y Huxley se encontraban algunos de los que años más tarde se convertirían en líderes de la contracultura estadounidense como Alan Watts o Gregory Bateson. Watts era un experto en religiones orientales y un defensor del uso místico del LSD con la finalidad de descubrir “nuestro yo interno”.
Alan Watts también fue uno de los fundadores de la Pacific Foundation, la cual patrocinó a la WKBW en San Francisco y la WBAI–FM en Nueva York, las dos primeras emisoras de radio en promover el sonido rock and roll de los Rolling Stones, los Beatles y los Animals. Las mismas emisoras popularizarían luego el rock ácido y el punk rock.
En cuanto a Gregory Bateson, trabajó como antropólogo para la OSS, la agencia de inteligencia estadounidense anterior a la creación de la CIA. Más tarde se haría cargo de la dirección de la clínica experimental de drogas alucinógenas del hospital de veteranos de guerra de Palo Alto, de donde saldrían los primeros ideólogos del “hippismo”.
A finales de los años sesenta Bateson fundó la “Clínica Libre” en la que siguió experimentando con drogas. Al personal de la clínica de Bateson pertenecía por ejemplo el doctor Ernest Dernberg, oficial de la inteligencia militar, posiblemente asignado al proyecto Mk–Ultra.
A mediados de los sesenta, la CIA y la inteligencia británica decidieron poner en marcha sus planes para acabar con la revolución juvenil. Se promocionó desde medios afines la música rock; se aprovechó la “infraestructura ocultista” creada por Aldous Huxley en California, al mismo tiempo que se publicitaba a todo tipo de sectas como los Hare Krishna o el Templo del Pueblo.
Y, lo que es más terrible: se inundaron las calles y los campus universitarios de drogas mientras se daba cobertura a la “cultura de los alucinógenos”, promoviendo a gentes como Watts, Bateson, Isherwood, Timothy Leary –uno de los líderes de la contracultura acusado en múltiples ocasiones de trabajar en el proyecto Mk–Ultra– o Stanislav Grof, el mayor difusor del uso del LSD como “expandidor de la conciencia”.
Grof comenzó a trabajar sobre los efectos éste ya en 1956 en el Instituto Psiquiátrico de Praga. Años después se trasladaría a los Estados Unidos, continuando allí sus experimentos en el Centro de Investigación Psiquiátrica de Maryland. Grof, tras haber guiado personalmente más de 4.000 sesiones con LSD, llegó a la conclusión de que esta droga puede actuar como un catalizador de la conciencia.
En un amplio informe elaborado por el boletín de inteligencia Prioridad Internacional sobre los verdaderos intereses tras la revolución juvenil leemos: “A finales de los sesenta, Huxley fue nombrado profesor conferencista del Instituto Tecnológico de Massachussetts, en Boston. Estando en esa ciudad, Huxley organizó en Harvard un círculo paralelo a su equipo en la costa oeste. En el grupo de Harvard estaban Huxley, Osmond y Watts –venidos de California–, más Timothy Leary y Richard Alpert.
El tema aparente del seminario de Harvard era ‘La Religión y su Significado en la Edad Moderna’. Se trataba en realidad de planear la contracultura del rock ácido.
En la época de Harvard, Huxley estableció contacto con el presidente de la Sandoz –una empresa farmacéutica – que por esa época trabajaba en un contrato con la CIA para producir grandes cantidades de LSD y psilocibina –otro alucinógeno sintético– para la operación Mk–Ultra, el experimento oficial de guerra química de la CIA.
Según documentos que la CIA ha hecho públicos recientemente, Allen Dulles, el director de la agencia de inteligencia, compró más de 100 millones de dosis de LSD, casi todo el cual fue a inundar las calles de los Estados Unidos a finales de los sesenta. En esa misma época, también Leary comenzó a comprar por su cuenta grandes cantidades de LSD de la Sandoz.
De las discusiones del seminario de Harvard, Leary armó el libro La Experiencia Psicodélica, basado en el antiguo Libro Tibetano de los Muertos. Con este libro se popularizó el término que había acuñado Osmond: expansión psicodélica de la muerte”. En este mismo informe se dice que el principal “conejillo de indias” de Bateson en Palo Alto fue Ken Kesey:
“Bateson le administró la primera dosis de LSD a Kesey en 1959. Para 1962, Kesey había terminado su famosa novela Alguien Voló sobre el Nido del Cuco, la cual popularizó la noción de que la sociedad es una prisión y que los únicos realmente libres son los locos.
Posteriormente, Kesey organizó un círculo de iniciados en el LSD denominada los ‘Alegres Truhanes’, que recorrían el país repartiendo LSD –muchas veces sin advertírselo a los receptores–, montando redes de distribución local y sentando las bases de una gran campaña de propaganda de la contracultura, aún un movimiento minúsculo”.
Esalen, nido de espías
A principios de los años 50 se funda en San Francisco la “Academia Americana de Estudios Asiáticos”, bajo la dirección del profesor de la Universidad de Standford Frederic Spiegelberg. Junto a él se unieron a esta nueva aventura intelectual Alan Watts, el indio Haridas Chanduri o el japonés D. T. Suzuki, entre otros. A los cursos impartidos por el profesor Spiegelberg y sus colaboradores asistieron durante años miles de estudiantes.
Dos de estos alumnos, profundamente interesados por las sabidurías orientales, abrigaron la idea de fundar un centro especializado en el estudio de las nuevas ideas y filosofías que estaban llegando a los Estados Unidos. Michael Murphy y Richard Price, así se llamaban estos dos jóvenes emprendedores, consultaron su proyecto con Spiegelberg, que enseguida se ilusionó.
Price había participado años atrás en los experimentos desarrollados por Gregory Bateson sobre los efectos de las drogas en el hospital de veteranos de Palo Alto. Parece que fue a través de Bateson como los dos jóvenes conocieron a Aldous Huxley, quien también prestó toda su ayuda para levantar este proyecto.
Al fin, en 1963, tras dos años de duro trabajo, Murphy y Price pusieron a funcionar Esalen, un instituto dedicado a la fusión de las religiones con la ciencia; oriente con occidente; lo material con lo espiritual; lo antiguo con lo moderno; el cuerpo con la mente; el arte con las matemáticas; etc. Situado en Big Sur, un bello paraje a unos 300 kilómetros al sur de Los Ángeles, pronto acaparó la atención de insignes heterodoxos que aterrizaron en Esalen llenos de ideas.
Centenares de miles de personas pasaron por los cursos y convivencias de Esalen desde entonces hasta nuestros días. Escuelas, hospitales, iglesias y diferentes instituciones gubernamentales tienen en la actualidad contratos de colaboración con Esalen.
En este peculiar instituto de investigaciones desarrollaron sus enseñanzas escritores, filósofos, psicólogos, psiquiatras, historiadores e importantes científicos como:
Jack Sarfatti, un heterodoxo físico que trabajó en proyectos secretos para el gobierno de lUSA
Nick Herbert, autor de importantes estudios sobre comunicaciones translumínicas
Fred Alan Wolf, autor de conocidos libros de divulgación científica como Universos Paralelos o El Universo Onírico
Arthur Yung, matemático e inventor del helicóptero Bell
Jhon C. Lilly, médico y máximo experto mundial sobre los estados de privación sensorial y la comunicación con los delfines
Karl Pribram, neurofisiólogo y autor del modelo holográfico del cerebro
Stanislav Grof, especialista en los efectos del LSD y creador de la psicología transpersonal
B. F. Skinner, el famoso psicólogo conductista
Virginia Satir, fundadora de la terapia familiar
S. I. Hayakawa, especialista en semántica general de primera línea
David Bohm, físico y profesor de la Universidad de Princeton que ha realizado contribuciones decisivas a la mecánica cuántica y a la relatividad
John Mack, director durante años del departamento de psiquiatría de Harvard, premio Pulitzer y últimamente uno de los más famosos investigadores del fenómeno abducción –secuestro de seres humanos por parte de pretendidos seres extraterrestres–
Fritjof Capra, un reconocido físico teórico que sentó las bases de las relaciones entre la física y las filosofías orientales con su best seller titulado El Tao de la Física.
Fuente: http://urgente24.com/areax/2012/10/new-age-la-filosofia-esoterista-creada-por-la-cia/
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