La comida basura no solo engorda, sino que también eleva el riesgo de depresión, según un nuevo estudio realizado.
En la investigación, que se extendió por un periodo de siete años, participaron unas 10.000 personas. Aquellos que se ajustaron al modelo alimentario sano presentaban un nivel mínimo de depresión, patología que acabaron adquiriendo 500 de los examinados, aficionados a la comida basura.
Miguel Ángel Martínez González, miembro de la Sociedad Española para el Estudio de la Obesidad (Seedo), que acaba de publicar un artículo en la revista médica ‘BMC Medicine’ bajo el título ‘Dieta, ¿una nueva forma de prevenir la depresión?’, sostiene que la dieta mediterránea no solo protege de las enfermedades cardiovasculares y de algunos tipos de cáncer, sino que también puede “reducir el riesgo de depresión entre un 40% y un 50%”. A su juicio, los alimentos clave para esta prevención son las frutas cereales, legumbres, frutos secos, pescado y verduras.
“Mientras que el consumo de ácidos grasos trans, la comida rápida y los productos de bollería industrial se asocian con un mayor riesgo de sufrir depresión, el de los ácidos grasos omega3 (procedentes del pescado) y el de aceite de oliva, por ejemplo, muestra asociaciones inversas, influyendo en la estructura de las membranas de las células nerviosas y mejorando el funcionamiento de la serotonina, un neurotransmisor implicado en la depresión”, explica.
Según la investigación, el riesgo de padecer depresión es un 55% mayor en las personas obesas, mientras que el riesgo de obesidad aumenta un 58% entre quienes tienen depresión. El aumento de peso no es un trastorno psiquiátrico, si bien muchos “de los episodios depresivos que sufren las personas con obesidad se deben al hecho de que estar obesos los deprime”, destaca Martínez González.
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