La concentración de metales pesados podría ser más peligrosa en productos orgánicos que convencionales. No te dejes llevar sólo por esta etiqueta de moda.
La contaminación de metales pesados no hace diferencia entre tipos de cosecha. Sin importar si las prácticas de agricultura son orgánicas o convencionales, si el cadmio, arsénico, plomo, níquel o mercurio están en la tierra, el agua o el aire, pueden contaminar los alimentos y envenenar a las personas que los consumen.
Demasiada exposición a estos materiales puede acumularse en el cuerpo y causar problemas crónicos de la piel, intestinos, sistema nervioso, riñones, hígado y cerebro. Algunos metales pesados ocurren naturalmente en la tierra (y ello es imprescindible), pero con la minería y el uso de materiales sintéticos (pintura, químicos de agricultura, etcétera) pueden llegar a niveles tóxicos ya sea en la tierra, el agua o el aire, y, una vez que están ahí, es virtualmente imposible removerlos.
China, de hecho, aceptó el pasado abril que su tierra arable está seriamente contaminada con metales pesados gracias a décadas de desarrollo industrial. Un quinto de su tierra está contaminada, sin importar si es usada para cosechar productos orgánicos o convencionales. En Estados Unidos, México y algunas partes de Centroamérica, importamos jugo de manzana de China, el cual fue catalogado por la FDA como peligrosamente contaminado de metales pesados.
Uno de los grandes problemas es que no todos los productos importados deben tener denominación de origen. Si son empaquetados en otro país, se pierde el origen en las etiquetas.
De hecho, según un artículo de Alternet, las cosechas orgánicas podrían contener más metales pesados que los alimentos crecidos convencionalmente. Las prácticas de agricultura orgánica incluyen el uso de estiércol, el cual podría añadir metales pesados a la tierra si el ganado estuvo comiendo surtido contaminado.
Canadá y México no parecen tener problemas de metales pesados, pero China y algunos lugares de E.U.A. sí, por lo que lo mejor que podemos hacer es, no sólo comprar alimentos orgánicos sino también locales, y dejar de comer productos procesados en la medida que sea posible. Cuando compramos local es más fácil tener información de las tierras donde creció nuestro alimento, y además ayudamos al desarrollo sano de nuestra comunidad.
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