Todos, debemos ser conscientes de que ya no hay espacio entre nosotros para las tibiezas, para las soluciones parciales, para la vuelta a tiempos mejores. Todo eso ya no es posible.
El capitalismo en su dinámica destructora sigue avanzando, cada vez más acelerado. Las máscaras han caído y ya no necesitan esconderse más, no necesitan colchones de seguridad ni falsas vías de escape.
Pasaron los “días felices” donde lo prioritario era inculcarnos el afán consumista, el apego a sus productos y la ilusión de prosperar en la vida a base de trabajar y ser buenos ciudadanos.
Pasó el tiempo en que nos envolvieron con su bienestar público, su crecimiento económico y sus infinitas posibilidades de ocio dirigido. Sí, seguramente disfrutamos esos días, sin querer saber, sin querer darnos cuenta de que aquello era posible a costa de millones de vidas humanas, a costa de aniquilar la naturaleza, a costa de ser aniquilados nosotros mismos como seres humanos.
Ese tiempo pasó. Ahora que ya somos fieles seguidores de sus democracias, ahora que ya no podemos vivir sin su salario, ni podemos prescindir de sus comodidades, ahora ya no necesitan más zanahorias para guiarnos. Ha llegado el momento en que la verdadera cara del capitalismo se haga visible. Los que creíamos vivir en la zona segura del mundo vemos cómo todo lo que en nuestra concepción sucedía en regiones recónditas está pasando ahora, aquí, en nuestra sociedad.
Millones (sí, millones) de personas sin poder alimentarse tanto como deberían; sin poder disfrutar de algo tan básico como un hogar (desahucios, pobreza energética…); millones de personas sin ningún tipo de ingreso, que malviven de la caridad; cientos de miles de personas sin acceso a la sanidad más básica y un largo etcétera de situaciones suficientes cada una de ellas para avergonzarnos como seres humanos.
Esa es nuestra realidad, la realidad de un país calificado como moderno y desarrollado. La realidad de un país democrático, de un estado de derecho que tiene como norma sagrada garantizar el bienestar de sus habitantes. Pero como dije, eso ya pasó. Y a pesar de sus esfuerzos por hacernos creer que esto es pasajero y a causa de la corrupción generalizada entre los políticos gobernantes, sabemos que no es cierto.
También sabemos, aunque nos de miedo aceptarlo, que ahora vivimos en la realidad capitalista y, sabemos, que va a ir a peor. Así es, ahora vemos que no es una crisis, ni una estafa; sino el desarrollo lógico de un mundo liderado por psicópatas.
Tan sólo hay que ver en qué andan los gobernantes para afrontar esta realidad que con tanta crueldad nos golpea y que con tanta urgencia necesita un cambio radical.
Por un lado, tenemos el TTIP (junto a sus hermanos CETA y TISA), todos ellos acuerdos para el libre comercio entre Europa y Estados Unidos de todo lo que es susceptible de ser mercancía, es decir, de todo y todos.
Sí así como suena, incluyámonos en esa lista porque eso es lo que somos al fin y al cabo para el modelo capitalista: mercancías. Estos tratados que se están negociando en secreto según dice la prensa aunque raramente habla de ello (como si para el resto de embustes legales hubieran contado con nosotros), nos conducen hacia un nuevo escalón en el sistema de dominación capitalista.
Unos tratados que definitivamente ponen bien a las claras dónde residen los actuales dictadores de las normas que rigen las vidas que habitamos el planeta: en las grandes corporaciones.
En este tratado se facilitará el rango de máxima ley a la esclavitud laboral, denigrando más todavía, aunque parezca imposible, la condición de asalariado; se otorgará al gran capital el derecho de patentar y por tanto poseer (con todas sus letras: poseer) y lucrarse con ello todo lo que considere, incluidas toda forma de vida y cualquier proceso natural; legalizará cualquier tipo de aberración como el fracking con la excusa de su imprescindible necesidad para asegurar el normal funcionamiento de la población; pondrá a los dueños del sistema en el lugar que les corresponde, situando a las transnacionales por encima de cualquier legislación existente y con el derecho a reclamarle a cualquier país compensaciones económicas si considera que no se ha llevado un trozo del pastel lo suficientemente grande (tribunales de arbitraje le llaman a esto); todo esto y mucho más pasará a formar parte de las reglas del juego con carácter legal.
Por supuesto que nada de esto es nuevo, de hecho es algo que ya vamos viendo en nuestro día a día, sin embargo cuando el Tratado se firme y entre en vigor, la situación degenerará hasta límites inimaginables (si no podemos mirar cómo le ha ido a México desde que firmaron el NAFTA).
Por otro lado, tenemos en el ámbito patrio, la Ley Mordaza (aunque no os creáis que no tiene equivalentes en el resto de países) la plasmación de esa frase tan manida del “brazo armado de la ley”. El único objetivo de esta ley es asegurarse la nula contestación al proceso de explotación y esclavitud por el que transitamos y garantizar la absoluta entrega de la población a la causa capitalista. A través de diferentes mecanismos se trata: Por un lado de inocular miedo a los que empiezan a notar en sus carnes los efectos del sistema y se deciden a salir a la calle a ejercer su derecho a la protesta (si es que eso existe).
Esto se hace allá donde el sistema sabe que más daño puede causar: el bolsillo, aplicando multas económicas por actuaciones y actividades que hasta no hace mucho estaban amparadas por la figura de los derechos fundamentales. Por otro lado, para aquellos considerados más peligrosos por el sistema, añaden el terror físico y emocional; dejando claro qué comportamiento no es el adecuado.
Esta ley da plenos poderes e impunidad a la policía para actuar según crea conveniente sin necesidad de que ninguna instancia superior autorice nada. Liquida la poca libertad de expresión que realmente quedaba en este país y garantiza un sistema de espionaje global que alcanza todas las esferas de la vida.
Como decíamos anteriormente, nada nuevo si exceptuamos el marco de legalidad que ofrece a estas prácticas habituales (cualquiera que haya participado en algún movimiento antagonista ya sabe de qué va esto) del sistema represor.
El régimen FIES, las torturas denunciadas hasta la saciedad, la dispersión de presos, los ficheros policiales… En definitiva el terrorismo de Estado ha estado y estará presente. Esta nueva ley lo que hace es ampliarlo a toda la población y garantizar la impunidad de los ejecutores.
Estas dos cuestiones dejan a las claras el perfecto reparto del trabajo que conlleva el capitalismo en su estado actual, las corporaciones dirigen y los Estados reprimen. La combinación perfecta, ambos salen ganando. Por eso, resulta difícil imaginar una salida a través del propio sistema (y mira que se empeñan es hacernos creer que es posible).
A los que todavía creéis que esto no va con vosotros y que el mundo funciona estupendamente, sólo os digo que prestéis atención, que abráis los ojos y miréis a vuestro alrededor, pero sobre todo que os fijéis en aquello que más queréis (a vosotros mismos, vuestras familias, amigos…) y os paréis a pensar por un momento si de verdad es oro todo lo que reluce, si de verdad la vida se reduce a cumplir con el papel asignado.
Sabed que aquello que consideráis lejano ya está aquí, siempre lo estuvo pero ahora se ha convertido en algo cotidiano, palpable, real y que va a acabar con todo aquello que amáis, incluidos vosotros mismos.
A los que lucháis; a los que sentís la necesidad de hacer algo por cambiar el mundo que os rodea; a los que sabéis que las cosas no son como nos las cuentan; a los que no estáis dispuestos a consentir más abusos, más explotación, más muerte. A todos vosotros mi admiración, mi ánimo y mi apoyo para seguir adelante.
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