Por Staff Writer / NYR Natural News
Traducido por @dacha1953 para Periodismo Alternativo
Actualmente es preocupante el impacto en los seres humanos del uso excesivo de antibióticos, debido a prescripción médica y a la contaminación del agua y los alimentos con residuos de antibióticos.
Los problemas vienen aumentando en importancia, ya que hoy día el 40% de todos los adultos y el 70% de todos los niños toman uno o más antibióticos cada año.
Usados correctamente, los antibióticos ayudan en el tratamiento de infecciones bacterianas; aunque más del 10% de las personas que los reciben sufren sus adversos efectos secundarios.
Los médicos ya saben que el uso de antibióticos -especialmente el uso excesivo- puede tener efectos no deseados en el sistema inmune, el metabolismo de la glucosa, la absorción de alimentos, la obesidad, el estrés y el comportamiento. También favorece la resistencia a otros antibióticos, ya que las bacterias evolucionan y se hacen resistentes a antibióticos de amplio espectro.
Adicionalmente existe hoy una nueva razón para estar preocupados: Nuevas evidencias muestran que el impacto que los antibióticos tienen sobre los microorganismos del intestino es peor de lo que se pensaba. Desde hace tiempo los investigadores han sabido que los antibióticos pueden tener efectos secundarios no deseados, especialmente en la interrupción de la microbiota natural y beneficiosa del sistema gastrointestinal.
Pero un nuevo estudio explica con más detalle los efectos del uso de antibióticos durante largos periodos. “Todo un universo completamente nuevo se ha abierto sobre los efectos a largo plazo del uso de antibióticos”, dijo Andrey Morgun, profesor asistente en la Facultad de Farmacia de la OSU. “En realidad, lo que este estudio reveló fue una verdad que prácticamente nos explotó en la cara. Después de esto, ya nada me sorprenderá”.
El daño intestinal
La investigación estudió el impacto de un “cóctel” de cuatro antibióticos frecuentemente administrados a animales de laboratorio.
“Antes creíamos que los antibióticos sólo agotaban la microbiota y disminuían varias funciones inmunes que tienen lugar en el intestino”, dijo Morgun. “En realidad eso es lo que ocurre en la tercera parte de los casos. En el resto, los antibióticos también eliminan el epitelio intestinal.
La destrucción del epitelio intestinal es importante porque es la membrana donde ocurre la absorción de los nutrientes y forma parte de nuestro sistema inmunológico; por lo tanto sus funciones biológicas desempeñan un papel sumamente importante para la salud humana”.
Se encontró que tanto los antibióticos como los microbios resistentes a ellos causaron cambios significativos en la función mitocondrial que pueden conducir a la muerte celular.
Que los antibióticos afecten las mitocondrias de las células es importante porque juegan un papel destacado en la señalización celular, el crecimiento y la producción de energía que el organismo requiere para su buen funcionamiento.
Añade Morgun que la relación del antibiótico con la mitocondria es producto de un largo camino evolutivo: las mitocondrias descienden de bacterias que fueron algunas de las primeras formas de vida que competían entre sí por la supervivencia. Así que un antibiótico puede atacar selectivamente la porción de una célula que más se parezca a las bacterias; un recuerdo arraigado en la competencia y la propia evolución de la vida.
Mucho más que un malestar estomacal
El equipo de investigación también descubrió que los genes afectados por el tratamiento con antibióticos son esenciales para la comunicación entre el huésped y el microbio. “Cuando se desequilibra el sistema de comunicación huésped-microbio lo que sigue es una cadena de problemas,” dijo Morgun; entre ellos la disfunción digestiva, la cual encabeza la lista del uso de antibióticos ligado a cuestiones tales como diarrea y colitis ulcerosa.
Por otra parte, la investigación reveló las relaciones que existen entre los antibióticos y la obesidad, la absorción de los alimentos, la depresión, la función inmune, la sepsis, las alergias y el asma.
Pero la buena noticia es que los datos aportados por el estudio ayudarán en la búsqueda de nuevos probióticos para contrarrestar los efectos de los antibióticos; así como el desarrollo de sistemas para diagnosticar el microbioma de una persona, identificar sus deficiencias y abordarlas de una manera precisa e individual.
Una microbiota saludable es una barrera frente a los crecientes problemas generados por la resistencia a los antibióticos: en lugar de tratar de matar a las bacterias “malas” que causan una enfermedad es capaz de eliminar los microbios no deseados y mejorar la función inmune.
Adicionalmente, prestar atención a la fuente de antibióticos será crucial para revertir la tendencia a la sobre-exposición. Por desgracia, en estos días no sólo estamos expuestos a ellos a través de los medicamentos que tomamos, sino que casi la mitad de todos los antibióticos en el mundo se administran para el ganado, y los ingerimos en los productos de origen animal.
Además, en los países con cultivos de transgénicos también consumimos residuos de glifosato, un antibiótico registrado como ingrediente principal del herbicida “Roundup” de Monsanto y que contamina el agua que usamos para el consumo y la higiene.
Por último, casi el 70% de nuestro sistema inmune se encuentra en el intestino; considerado como el sistema nervioso entérico, a veces llamado el “segundo cerebro”. Es por esto que tantas enfermedades -físicas y emocionales- vienen acompañadas de problemas digestivos e intestinales; siendo una razón más para mantener nuestro intestino sano y en equilibrio, a través de la ingesta frecuente de alimentos integrales preferiblemente orgánicos.
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