México ya ha superado a EE.UU. como la nación con mayor índice de obesidad en el mundo. El cambio en la dieta tradicional y la influencia cada vez más dañina de la industria alimentaria allanan el camino a enfermedades como el cáncer.
México ya es líder mundial en obesidad, rebasando a Estados Unidos, que hasta ahora ocupaba el primer lugar. Según el último informe de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, casi una tercera parte de los adultos mexicanos padecen sobrepeso. Y la tendencia va en aumento, lo que preocupa a los expertos. “Por primera vez en nuestra historia vemos que las personas se vuelven obesas en tan sólo unos pocos años. Este es un asunto muy serio”, comenta Abelardo Ávila Curiel, investigador del Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición.
Según las autoridades sanitarias, a la obesidad van asociados otros riesgos sanitarios como el incremento de las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, las enfermedades de las articulaciones y algunos tipos de cáncer. El problema radica en el cambio de la dieta tradicional de los mexicanos.
Otro reciente estudio desarrollado por científicos alemanes advierte que la adicción a las patatas fritas, así como a otros productos del ‘boom alimenticio rápido’, no se explica únicamente por su contenido calórico, sino por otros componentes agregados. Este sería un buen comienzo para entender por qué EE.UU. también está a la vanguardia de esta lista negra.
“Lo que hacen los científicos es ir a un laboratorio y crear mezclas químicas que agraden el paladar, ya sean dulces, saladas o ácidas. A este resultado lo llaman ‘el punto de la felicidad’. Y, en resumen, significa que se ha creado un adictivo que hace que los consumidores se enganchen y vengan a por más y más”, denuncia Kristin Wartman, periodista y especialista en nutrición.
Los norteamericanos, a quienes no parece importarles la figura tanto como el estómago, consumen grandes cantidades de grasas y oxidantes cada día. De tal forma que no resulta casual que enfermedades relacionadas con el sobrepeso estén cada vez más extendidas entre los ciudadanos, que a su vez son presa de las grandes compañías que les suministran su dosis diaria de ‘muerte’.
Y todo ello con tal de terminar la jornada con unos millones de dólares más en sus cuentas, a costa de sustancias que engañan al cerebro y envenenan sus arterias.
“Tenemos un gran problema en EE.UU. respecto a lo que se indica en las etiquetas: sobre lo que tenemos y lo que comemos. Es incierto el origen de los alimentos, si son genéricos o si han sido modificados en laboratorios. Es muy difícil saber la verdad solo a través de las etiquetas. Hay un gran retroceso en la industria alimentaria que se traduce en que no quieren reflejar realmente en la etiqueta lo que vamos a consumir”, sostiene Elizabeth Kucinich del Comité de Fisiatras por una Medicina Responsable.
Un factor que influye mucho en lo que consumen los estadounidenses, además de que puedan ser o no engañados por la letra de un envase, es el marketing. Para hacernos una idea basta recordar que el año pasado, la superestrella cantante Beyoncé firmó un contrato con Pepsi por 50 millones de dólares para promocionar su producto.
Paralelamente, la Asociación Norteamericana para los Problemas del Corazón anunciaba que unas 25.000 muertes por obesidad en el año 2010 habían estado relacionadas con el sobreconsumo de bebidas azucaradas. Un paso adelante en la preocupación por la salud del consumidor podría haber pasado por la iniciativa del alcalde de Nueva York, Michael Bloomberg, que proponía restringir el uso de las bebidas efervescentes tamaño familiar, con el objetivo de aliviar la obesidad en la gran manzana. Sin embargo, la medida fue rechazada por el Tribunal Supremo, a quien parece no importarle mucho la alta incidencia en la salud de los consumidores del consumo excesivo de estos azúcares.
Si los ritmos de consumo de sirope de fructuosa de maíz de los norteamericanos mantienen el ritmo actual, para 2030 la mitad de los estadounidenses serán obesos.
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